CHAVEZ, GROBO Y EL MARXISMO SOJERO
Jorge Eduardo Rulli
Grupo de Reflexión Rural, Argentina
Alguna vez en estas mismas editoriales, tuvimos oportunidad de relatar nuestra visita a la localidad de Carlos Casares, en la Provincia de Buenos Aires, el incidente que tuviéramos en la biblioteca municipal cuando Guillermo Grobocopatel acompañado de la gente de su empresa Los Grobo, intentó cambiar el sentido de la conferencia y ese momento de máxima tensión en que el empresario nos provocara con aquello de que: “La soja es bolivariana”. También he relatado cuando para la cumbre de presidentes en Mar del Plata desplegamos, justo en el momento en que estaba hablando Chávez con su verba inflamada contra el imperialismo, un enorme cartel que expresaba: “CON SOJA NO HAY ALBA”. Recordamos todavía, cómo en un momento dado el Comandante hizo un homenaje de todos los incontables carteles presentes en el acto, en su absoluta totalidad solamente con siglas afirmando la propia presencia, carteles o pancartas que estaban en el enorme estadio y que la agente de los servicios cubanos que estaba a su lado le iba aportando cuidadosamente en una larga lista. A todos agradeció la presencia. Al único que omitió fue a la enorme pancarta que portaba una propuesta política, ese que le manifestaba un deseo profundo de los movimientos populares de la América del Sur: CON SOJA NO HAY ALBA. No podía dejar de ver un cartel de ocho metros de largo que se movía con abierta complicidad de muchos de los presentes según adonde fuera su mirada, mirada que obstinadamente trataba de dirigirse hacia el sitio contrario adonde el cartel estaba, sin embargo pareciera que no lo vio, que tampoco lo vio la funcionaria cubana.
Pese a ello, en los días posteriores los cubanos y los venezolanos nos buscaron con verdadero empeño, estuvieron preguntando por los responsables del cartel, hasta que dieron con nosotros. Nos contactaron al fin y nos invitaron a dialogar. Ya habíamos tenido largas y amigables relaciones con la embajada venezolana en Paraguay y habíamos realizado tiempo atrás, un largo informe sobre aquello que parecía tan disparatado, tan disparatado como que la soja transgénica fuera bolivariana… Bien, ahora nuevamente, pero en la Embajada en Buenos Aires, hubo largas explicaciones y amables invitaciones a exponer nuestras posiciones en el más alto nivel, un seminario para cuadros de gobierno, se nos dijo… y les creímos. Y nos organizamos con pensadores y activistas de la agricultura alternativa de todo el continente, para desarrollar para la dirigencia venezolana los nuevos conceptos en debate, los nuevos paradigmas que se anticipaban como grandes desafíos que deberían resolver quienes se propusieran tal como ellos nos decían: construir el Socialismo del Siglo XXI. Me refiero a producciones sustentables, con una escala humana, con respeto por los animales y para producir en extendidos sistemas campesinos alimentos sanos y variados para la población venezolana. Y el proyecto de seminario fue y volvió, y se generaron sucesivas y crecientes expectativas porque tal ministro requería con urgencia los borradores, y porque el Señor embajador viajaba a Venezuela y debía llevar con él los últimos aportes, y así entre apurones y largos períodos de silencio, cambios de funcionarios que incluyeron a más de un ministro, fueron pasando los años.
Y viajamos a Caracas para el Foro Social Mundial y tuvimos algunas conversaciones al respecto con niveles importantes del gobierno y en todas se nos aseguraba que existía la mayor seguridad de contar con el interés venezolano respecto de nuestras críticas al modo en que se encaraba la relación con Argentina y, también, que el interés por el seminario de
cuadros de gobierno persistía.... Y continuó pasando el tiempo, mientras numerosos amigos nos decían que era un modo de ser caribeño el de la discontinuidad y el de olvidar en el camino los propósitos iniciales. Y nosotros aceptamos esas explicaciones y volvimos a denunciar que mientras el Comandante Chávez se juramentaba ante la Vía Campesina que no iba a dejar entrar los transgénicos a Venezuela, en el metro de Caracas habíamos comprobado que se le repartía a la gente volantes del Ministerio de Ciencia y Tecnología afirmando el disparate científico de que los alimentos transgénicos eran más saludables que los comunes. Y les hicimos llegar los volantes a la dirigencia venezolana, pensando que algún funcionario saboteaba el proceso revolucionario y ellos se sorprendieron al verlos y entonces aprovechamos para denunciar a una bióloga argentina vinculada a los agronegocios y seguramente a los Grobo, que impulsaba en Caracas esas campañas. Y continuó el juego y el transcurrir del tiempo… sin mayores noticias y cada vez nosotros con menores esperanzas. Pero en Córdoba para la última reunión de presidentes volvimos a encontrarnos con una importante delegación de dirigentes campesinos venezolanos y ellos para sorpresa nuestra, se nos acercaron para decirnos que querían conversar, y nos encontramos luego en un aparte y resultó que sabían de nosotros, que tenían el mayor interés en mantener algún tipo de trabajo en común, que reconocían que las relaciones de intercambio con la Argentina fueron horribles y que si no hicieron más daño fue porque estaban advertidos gracias a los brasileños, que los habrían timado antes y aún más todavía, y que a las terneras de clima frió que les vendimos a precio desmesurado, las salvaron porque las enviaron a un clima menos tropical como son las zonas más altas y montañosas de Venezuela, que la maquinaria agrícola que compraron poco tenía que ver con la realidad del campo venezolano y que a todas habían tenido que readaptarlas y lo interesante es que estas cosas que nosotros habíamos anticipado en documentos públicos, ellos nos la ratificaban con buen humor y con mucha malicia caribeña, pero también con la resignación de estar acostumbrados a estos engaños, que ese era el precio que, aparentemente, según ellos, debían de pagar para llevar adelante un proceso de unidad latinoamericana, o al menos de no quedar solos con su Revolución Bolivariana. Y volvimos a creerles, una vez más. Y nos separamos con agendas de promesas que nunca se cumplieron, por parte de ellos por supuesto, y no volvimos a tener noticias…
Mejor dicho, hemos sabido de ellos ahora, y de una manera escandalosa. Hemos sabido del comandante Chávez y de su pragmatismo extremo en esta, su visita a la Argentina. Hemos sabido que Venezuela está contra Bush, aunque le vende a los EEUU todo el petróleo que necesitan. Que Venezuela está contra la producción de Biocombustibles, en especial porque Venezuela dispone de petróleo y de combustibles que le interesa vendernos, pero que toda su práctica y su modelo es la de producción en grandes escalas y la aplicación de tecnologías similares a las que en otros países conducen inexorablemente a poner la agricultura al servicio de producir combustibles para reemplazar el petróleo. Hemos sabido que Venezuela a través de SANCOR impulsa abiertamente la integración agroindustrial de América del Sur, y lo hace mediante la compra masiva de leche en polvo que pondrá en riesgo a poco andar nuestro propio abastecimiento, y ello mediante la constitución de tambos estabulados de miles de vacas lecheras que viven en absoluto encierro y que tendrán sus vidas cronometradas por una tecnología que seduciría a cualquiera de los grandes sultanes petroleros y que ha sido concebida por las corporaciones. Pero SANCOR es tan sólo una parte del esfuerzo por instalar el agronegocio, por instalar los cultivos industriales y la producción de carnes en gran escala en Venezuela. Ahora Chavez ha cerrado trato, asimismo, y por cuatrocientos millones de dólares, con Guillermo Grobocopatel, aquel de la Soja bolivariana que nos enfrentara en Carlos Casares y que evidentemente sabía de qué hablaba.
En verdad pienso que nos equivocamos y que nos engañaron a lo largo de estos años. Nos equivocamos al pensar que la soja transgénica no era bolivariana y al suponer que con soja no había ALBA. Tenía razón Guillermo Grobocopatel, visionario del Socialismo bolivariano del siglo XXI y amigo de la Revolución venezolana. Guillermo Grobocopatel, el mayor contaminador de Carlos Casares, localidad de la Provincia de Buenos Aires en que nos bastó ver las casas abandonadas en torno de sus inmensos silos en el centro del pueblo y recoger las memorias acerca de los incontables muertos de cáncer que ha dejado el polvillo, para comprender con qué amasa su fortuna este capitalista rapaz que suele entrar en los despachos más importantes de la Casa Rosada, como si se moviera en sus propias oficinas y que ahora hará lo mismo en el Palacio de Miraflores. Guillermo Grobocopatel, que tiene un discurso progresista y de izquierda al igual que su nuevo amigo, el Comandante venezolano. Guillermo Grobocopatel, al que le gusta sobreactuar llamándose a sí mismo un “sintierras” en grotesca comparación con los campesinos del Brasil, porque debe arrendar la tierra de otros para trabajarla, debido a que no tiene la suficiente tierra propia. No se apresuren en compadecerse, por favor. El hombre termina reconociendo tener en producción unas ciento cincuenta mil hectáreas arrendadas para soja y maíz transgénico… Yo multiplicaría por cuatro esa cantidad de tierras y es posible que me quedara corto… además de todo eso, la empresa familiar dispone de la propiedad de silos innumerables, puertos, criaderos, laboratorios, escuelas de formación de cuadros y de una enorme red agroalimentaria. Los Grobo operan, asimismo, como pooles de siembra en los países vecinos y tendrían el mérito penoso de haber sido los primeros que en el Uruguay le habrían dado paso mediante cesiones de tierra a las empresas procesadoras de pasta de papel…
Pese a los muchos juramentos realizados al movimiento campesino, la soja transgénica parece haber cobrado ciudadanía bolivariana y el ALBA queda claro que será todo lo socialista que se quiera, pero será también a la vez, el territorio de los agronegocios, de las promesas de la gran escala y de las tecnologías de punta, de la producción industrial de carnes con piensos transgénicos y como consecuencias de todo ello, un espacio en que los paradigmas básicos no difieren de los del capitalismo globalizado; e incluyo en ello y muy especialmente, a la Biotecnología socialista en versión cubana, con transferencia tecnológica y respaldo de las empresas de Monsanto. Creo que es mucho mejor para nosotros seguir siendo sanmartinianos, no creer en los ropajes peronistas que suele usar para mimetizarse el Comandante cuando nos visita, y continuar reclamando por la Soberanía alimentaria, los desarrollos locales, los mercados de productores y la participación popular en los marcos de un renovado Proyecto de Liberación Nacional.
Las condiciones generales que se manifiestan actualmente en el mundo globalizado, mundo en profunda e irreversible crisis, hacen propicio el surgimiento de procesos de nacionalismo popular en las mismas o similares representaciones que en los años cuarenta, cuando luego de la segunda guerra, los procesos de liberación nacional trastocaron el mundo colonizado y pusieron en pie una nueva humanidad: la de los condenados de la Tierra. Cuando menciono la crisis en realidad refiero a un estado de catástrofe cronificado que se prolonga en forma indefinida con situaciones periódicas cada vez más agudas. Estoy pensando en la crisis del petróleo y en la transición entre dos paradigmas energéticos, estoy pensando en el cambio climático y en la cercana catástrofe ecológica anunciada con el derretimiento de los casquetes polares, estoy pensando en el surgimiento de China como potencia y en la creciente dependencia y debilidad del mundo financiero y en especial del dólar norteamericano, y estoy pensando también, en los nuevos y grandes debates que ponen por una parte en incertidumbre más aún que la vigencia del Capitalismo, a la sociedad urbano industrial que lo sostiene, y que por otra parte cuestionan la idea del poder tal como la concibieron los revolucionarios desde mediados del siglo XIX.
A propósito de la posibilidad de cambios civilizatorios que sean capaces de generar una sociedad que no sea necesariamente urbano industrial, a la vez que propongan reflexiones y prevenciones sobre la colonialidad del poder, es decir, sobre los gestos heredados del pasado que entraña el poder y que asumen como propios quienes ocupan ese poder, así sean revolucionarios, e inclusive sobre esa idea tan profundamente arraigada del poder como un espacio que se ocupa o que se asalta, resultan en Europa revivificantes los nuevos debates. Entre ellos contamos con las relecturas de Marx, relecturas que refieren a documentos no legitimados luego de su muerte y que recuperados de los archivos soviéticos donde durmieron durante medio siglo, muestran sorprendentes dudas sobre las propias teorizaciones y una encomiable capacidad de innovar en el ejercicio del pensamiento, hasta los últimos días de su vida. Lamentablemente, y a contrapelo de estos últimos pensamientos de Marx, una visión geriátrica del marxismo pareciera sentar cátedra de fitopolítica en la América Latina, y digo fitopolítica porque pareciera que en algún lugar no pueden concebir el socialismo sin la ingesta de Soja o acaso en la guerrilla Colombiana, sin la planta de coca para droga. Es penoso que muchas de estas expresiones propias de un paleo marxismo funcional a las transnacionales, hayan optado por un modelo de vida que contraría el modo de ser americano, las culturas del estar y del arraigo, de la vida campesina y de las producciones locales de alimentos, para entrar ahora con Los Grobo en un camino sin retorno de tecnologización de la agricultura y de industrialización y masificación de la cría de animales.
Estamos en presencia en América Latina, de una sucesión de regímenes nacional desarrollistas, amigables con las corporaciones, regímenes basados en modelos de exportación de commodities y de primarización de las economías. Las conducciones de estos procesos son de izquierda o de centro izquierda progresista y el espíritu que las embarga es el del populismo, pero a diferencia de otros procesos similares en nuestra historia reciente, ahora se trata de populismos que manipulan planificadamente la base social de sociedades fuertemente marcadas por la exclusión, donde la indigencia se subsidia y se subordina a planes clientelares, y donde se somete y supedita la pobreza a los designios de la nueva dirigencia formada en la tradición elitista y vanguardista de los años setenta. Concretamente, que las sociedades nacional desarrollistas que nos proponen las nuevas izquierdas se despliegan sobre los modelos de exclusión generados por el neoliberalismo de los años noventa, y donde la injusticia atroz que se exhibe en la indigencia y en los niños de la calle, no alcanza a ser ocultada por el desborde de la nueva riqueza de una clase privilegiada ligada a las cadenas agroalimentarias, a la exportación y a la renta de la tierra. Lamentamos que el Comandante Chávez haya iniciado un camino de imperdonables extravíos, en los mismos términos y similares alianzas, con que otros líderes renegaron de los mandatos recibidos y de las esperanzas depositadas en ellos.
Jorge Eduardo Rulli
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