domingo, agosto 20, 2006

(Esto lo recibí de Javiera Rulli, del Grupo de Reflexión Rural de Argentina)

¿LA SOJA, CULTIVO RESPONSABLE O SUEÑO DE EMBAUCADOR?


Ante las opiniones a favor o en contra del sistema de producción de la soja en nuestro país, que se basa fundamentalmente en la expoliación de los recursos naturales, contaminación de cursos de agua, intoxicación y expulsión de comunidades tradicionales e indígenas, uso intensivo de agrotóxicos y fertilizantes sintéticos y la concentración de beneficios en una minoría de la población; los programas de Agroecología, Biodiversidad y Desarrollo Rural del Centro de Estudios y Formación para el Ecodesarrollo – Alter Vida miembros de la Red de Ongs Ambientalistas del Paraguay –ROAM y de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina- RAP-AL exponen su rechazo a las manifestaciones de la sustentabilidad o responsabilidad del cultivo de la Soja. La realidad del impacto socio-ambiental y económico que causa el cultivo de la soja, tanto el convencional como el transgénico no reúne mínimos parámetros para hablar de sustentabilidad y mucho menos de responsabilidad.

En ese sentido, los supuestos beneficios macroeconómicos a los que se refiere el sector empresarial sojero, sólo son posibles, porque los costos sociales y ambientales de la producción no les son imputados, sino que los asumen todos los que viven en este país, en un claro caso de privatización de beneficios y socialización de perjuicios.

En Paraguay, en el año 2005 el sector agrícola tuvo una participación del 17,2% en la generación del PIB, en donde el sector sojero aporta entre el 8 % y 10 %. En cuanto a la expansión de la frontera de la soja en los últimos años ocupa aproximadamente entre 2.000.000 a 2.500.000 has. El sector sojero se acredita estos logros y se autoerige en benefactor de la economía nacional. No obstante, el impacto de la producción de soja sobre la realidad del campo es innegablemente negativo (migración, contaminación, deforestación, desplazamiento del sistema de producción familiar campesina).

El impacto negativo sobre la salud y el ambiente

La alarmante cantidad de agrotóxicos que ingresan en nuestro país para la producción de la soja, da cuenta de un vertimiento de 24.000.000 litros y 1.460.000 Kgs de agrotóxicos aproximadamente en nuestro territorio.

Entre los plaguicidas usados en la soja, también se encuentran algunos situados dentro de la “franja roja”, o sea, considerados como sumamente peligrosos y muy peligrosos, según la clasificación de la Resolución 295/03 del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

Entre estos se encuentran el Paraquat, contra el cual no existe antídoto para casos de intoxicación, el Metamidofos, que tiene la capacidad de reducir el número de espermatozoides y la viabilidad de los mismos en varones expuestos al él, y el Endosulfan, catalogado como teratogénico (capaz de ocasionar malformaciones en niños recién nacidos cuyas madres hayan estado en contactos sucesivos con el producto) por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos –EPA.

Los costos de producción de soja en Paraguay se sitúan entre los más bajos del mundo, la razón principal es que el modelo de producción extensivo-agroexportador no asume los costos ambientales y sociales. Mientras, las utilidades generadas por la producción y exportación de la oleaginosa son reinvertidos en la expansión de la frontera de la soja y en el financiamiento de estilos de vida suntuarios de los sectores involucrados.

Caso emblemático

Para Alter Vida, son evidentes y muy demostrables los efectos adversos del cultivo empresarial de soja en el Paraguay y sus consecuencias, incluso criminales. En ese contexto, se debe mencionar el caso que llevó a la muerte al niño Silvino Talavera ocurrido en el Departamento de Itapúa, quien habitaba en una comunidad sobre el que se aplicaban agrotóxicos indiscriminadamente al estar rodeado de sojales.

Generan ínfimos puestos de trabajo

La producción de soja genera un número ínfimo de puestos de trabajos rurales directos, como consecuencia de la mecanización de las labores de cultivo y del empleo masivo de plaguicidas. Esta drástica pérdida de empleo para muchas comunidades rurales, obliga a sus integrantes, muchas veces los más productivos, a migrar y vender sus tierras a los grandes productores, los que siguen cultivando soja y de esa forma continúan generando impactos socioeconómicos y ambientales con consecuencia grave para el país.

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