viernes, marzo 10, 2006

SE APRUEBA EN EL SENADO LA LEY DE PROMOCIÓN DE LA BIOTECNOLOGÍA Y SE LEGITIMA EL MODELO NEOCOLONIAL AGROEXPORTADOR DE LA REPUBLIQUETA SOJERA

El Senado de la Nación aprobó en este mes de marzo, por unanimidad de sus 57 miembros y prácticamente sin tratamiento parlamentario, el Proyecto de Ley de Promoción a la industria Biotecnológica que propuso el Poder Ejecutivo y que ahora ha pasado a la Cámara de Diputados. El proyecto exime a las empresas de importantes gravámenes y muestra la voluntad de hacer de la Ingeniería genética una política de Estado. La situación es que, las más de 17 millones de hectáreas de cultivos transgénicos carecen hasta el momento de otro sustento legal que no sean dos resoluciones internas a la Secretaria de Agricultura del año 96, es decir que jamás se estableció ningún marco legal ni se aprobaron leyes de Bioseguridad que establecieran normas de prevención o de manejo de los riesgos. Sin embargo, en los últimos diez años cientos y cientos de eventos de biotecnología fueron liberados al ambiente bajo diversas razones de investigación y/o de comercialización, sin que existan recaudos legales respecto a los posibles impactos sobre la salud o el medioambiente. Esto es francamente demencial. Recordemos que está funcionando en los laboratorios del CONICET de Rosario y en asociación con la empresas de Grobocopatel, lo que ambiciona ser el Polo biotecnológico más importante de la América Latina. Nos preguntamos con qué protocolos de seguridad se tratarán las experiencias fallidas de ingeniería genética sobre OVM, organismos vivos modificados, o acaso con qué normas se tratarán los residuos que seguramente terminan en las aguas del Paraná… Recordemos también que nuestro país contaría con el primer tambo de vacas transgénicas del mundo, tambo propiedad también de las empresas de los Grobos, pese a lo cual, la Argentina es uno de los pocos países que no ha ratifica todavía el Protocolo Internacional de Bioseguridad en la Agricultura que al haber sido firmado ya por una mayoría de países ha entrado en vigencia y según el cual se establecen las pautas y los requisitos de todos los movimientos transfronterizos de los OGM. Concluyendo, que siendo el país con mayor cantidad de cultivos y eventos transgénicos por extensión de tierra y por cantidad de habitantes, y siendo el segundo país en el mundo en capacidad de exportación de comodities transgénicas, carecemos de todo marco legal de Bioseguridad y de norma al respecto, pero vamos a contar ahora, paradojas de la Republiqueta sojera, con una Ley destinada a beneficiar a la industria de la Biotecnología.

El proyecto que se propone, y que con justicia podríamos denominar Ley MONSANTO, intenta legitimar, darle un marco y promover aún más todavía al modelo impuesto a nuestro país desde los años noventa como resultado de la Deuda Externa, y para satisfacer las necesidades de forrajes de los países europeos primero, y luego de la República de China. Con ese modelo, la Argentina, que alguna vez pretendiera denominarse la granja del mundo, hoy ha devenido en una Republiqueta forrajera y no tiene la capacidad de alimentar a su propia población, ni puede resolver el gran problema de la falta de empleo, porque su economía está diseñada para favorecer a las exportaciones primarias. Con cerca de 16 millones de Hectáreas de soja transgénica, nos hemos transformado en el segundo productor en mundo de ese forraje y esa elección, que prioriza el crecimiento al desarrollo, y que opta por mantener un modelo de enormes monocultivos, posibilita mediante las retenciones el crecimiento de las prácticas parasitarias y clientelares desde el Estado, y que más allá del reclamo de algunos productores insaciables, dibujan una sociedad que se supedita claramente a los proyectos de las grandes corporaciones cerealeras.

En un país donde los cambios no ya de partidos políticos en el ejercicio del Gobierno, sino también el reemplazo en puestos de gobierno de líneas internas de un mismo partido e inclusive de meros funcionarios enfrentados por cuestiones personales, implican cambios totales de las políticas, en un país donde existe absoluta falta de continuidad de las políticas públicas, atadas cuando mucho a la posibilidad de una reelección presidencial, el modelo de la Soja expresa en cambio definitivamente una política de Estado. Una política de Estado que permanece más allá de los reemplazos, de los discursos y de los cambios ideológicos, y que tiende a profundizarse en un modelo de país que jamás fue consensuado públicamente, ni siquiera asumido como destino confeso por los mismos que llegados al ejercicio de los cargos públicos con otras promesas, ahora lo respaldan. Esta política de Estado es la que se va a legitimar con la Ley MONSANTO que se nos propone.

El modelo de la Soja ha despoblado el territorio, liquidando las poblaciones rurales y destruyendo la tradición, la cultura y el arraigo de millones de argentinos a la tierra. Este modelo ha convertido nuestras ciudades en megalópolis inseguras y al borde del colapso. Ha barrido nuestros bosques nativos, contaminado por agrotóxicos las grandes cuencas hidráulicas, ha deteriorado los suelos y amenaza gravemente nuestra biodiversidad y nuestros patrimonios filogenéticos. Desde perspectivas epidemiológicas el modelo ha impactado fuertemente sobre las poblaciones, no solo con hambre e indigencia, no solo con las consecuencias propias de extendidos estados de desnutrición infantil que para peor, se intentan paliar con la ingesta de la misma soja transgénica que los ha provocado y que añade entonces a los muchos males del modelo los desequilibrios hormonales, la osteoporosis y la madurez prematura de las niñas. El modelo ha provocado disturbios profundos e imprevisibles en los ecosistemas y al barrer con los hábitats silvestres ha obligado a los pájaros y a los roedores a encontrar nuevos hábitat en la ciudad, empujando sobre las poblaciones enfermedades como el chagas, la lechmaniasis, diversas parasitosis y todo tipo de nuevas plagas como consecuencia de la destrucción ambiental y de los profundos desequilibrios provocados en el medio ambiente. Todo ello es lo que va a legitimar la Ley MONSANTO que se nos propone.

Pero el avance de los monocultivos no sólo ha barrido las poblaciones rurales, ahora se extiende sobre los cinturones semirurales donde antes crecían las quintas y los tambos, y asedia a las poblaciones urbanas sometiéndolas a los devastadores impactos de las aerofumigaciones con los paquetes agroquímicos que acompañan a las Sojas y a los Maíces de MONSANTO. Millares de pobladores inadvertidos han sido víctimas de cánceres y de enfermedades terminales y son contaminados cada día porque la agricultura industrial alcanza las primeras calles de los barrios periurbanos y el afán de lucro en los sojeros les lleva a cerrar los ojos ante el creciente genocidio que provocan. Esto también va a ser legitimado por la Ley MONSANTO de promoción a la Biotecnología que se nos propone.

Pero hay mucho más todavía. El modelo de país neocolonizado que provee piensos a los grandes rodeos europeos y chinos, ese país primarizado cuyas principales exportaciones son actualmente la soja, el petróleo crudo y los zumos de limón, no cierra con las expectativas de una clase política que provista de un discurso progresista y hasta de izquierda, ambiciona tener algún reconocimiento en los marcos del Capitalismo Globalizado. Esta clase política necesita un proyecto a la miserable medida de sus ambiciones de casta parasitaria, un proyecto pensado para darle un rol en el mundo a su propia descendencia, aunque el resto de la población argentina sea condenada al hambre y la indigencia. Ese proyecto de clase que ellos denominan pomposamente del Poder del Conocimiento, es la Biotecnología y más concretamente aún, la ingeniería genética. Se trata de un nicho en la privatización y apropiación de la ciencia y de las tecnologías que, en estrecha alianza con las grandes corporaciones y sus sistemas de patentamientos, les permita ser reconocidos y poder asociarse con el Poder globalizado. Se propondría una privatización empresarial de nuestras instituciones científicas y técnicas, instituciones que, como el INTA, el CONICET y muchos ámbitos académicos, se supeditarían paulatinamente a los proyectos de la Biotecnología. Esa política de sumisión del Estado a las grandes corporaciones, también será legitimada por la Ley MONSANTO.

Esta Ley legitimará a la Republiqueta sojera y también al pretencioso proyecto científico empresarial de una supuesta Biotecnología Nacional, quimera pseudo científica que no hace sino encubrir el ofrecimiento miserable del propio país como laboratorio y a la propia población como masa de ensayos para todo tipo de eventos provenientes de la ingeniería genética. Al legitimar este modelo se estrechan las posibilidades de recuperar nuestra Soberanía Alimentaria, se cierran caminos para el ejercicio pleno de una Democracia participativa en que sea la población quien decida el propio destino y se ocluyen las posibilidades para todo tipo de debates sobre los proyectos de país que queremos para nuestra descendencia.

Las actuales disputas con la empresa MONSANTO por el pago de regalías del gen RR y la demanda de la empresa en Europa a importadores de granos argentinos, disputas menores que empañan el modelo de neocolonización de la Republiqueta Sojera, se resolverán en el marco de la nueva legitimación que se nos propone porque aceptaremos reordenar nuestra dependencia en los marcos globales de los sistemas de respeto y de subordinación a los grandes sistemas de patentamiento. Por ello también, es que insistimos en denominar a esta ley como una Ley MONSANTO.

Es redituable electoralmente para la dirigencia política abrir, asimismo, polémicas con la Sociedad Rural Argentina, exportadores de carne y con otros exponentes de las viejas oligarquías pastoriles, tal como se hace en estos días, cuando en realidad esos sectores solo guardan poder en el imaginario colectivo, mientras tanto se entrega el destino nacional a los grandes sojeros y a los agroexportadores que son hoy los verdaderos dueños del País. Este cambio en las relaciones del Poder político y económico, también será legitimado por la Ley MONSANTO que se nos propone.

Una Argentina agro exportadora que ha permitido el desarrollo de inmensos monocultivos transgénicos, que ha posibilitado cientos de proyectos de minería por cianurización a lo largo de la zona cordillerana, que impulsa monocultivos de eucaliptos y de pinos para pasta de papel, en reemplazo de los ecosistemas nativos, y que además imagina para una minoría de técnicos y científicos un rol de investigación y de producción de transgénicos en alianza con las transnacionales, es una Argentina neocolonial que ha optado por un rol de subordinación al Capitalismo Globalizado y que ha renunciado a toda opción ética que conduzca a modelos de independencia y de Soberanía. Y esto es lo que habrá de legitimar la Ley MONSANTO que se le propone a los Diputados Nacionales.

Denunciamos como GRR este proyecto de país que a nuestro entender se gestó a finales de los años ochenta, en la penumbra de los despachos oficiales y a espaldas de nuestro pueblo, y que hoy amenaza con legalizarse en el Senado y en la Cámara de Diputados de la República a través de la Ley que se nos propone. Anticipamos que estamos aún en la antesala de males mayores que sobrevendrán inevitablemente por el propio desarrollo del modelo. Hacer de la agricultura una fuente de Biodisel para exportación cuando millones de argentinos se van a dormir sin haber saciado su hambre y cuando Repsol se sigue llevando nuestro petróleo crudo, es parte de una configuración propia de un modelo neocolonial. Promover la extensión de procesos de ingeniería genética a la pequeña empresa y a las economías locales para desarrollos de enzimas, levaduras, fermentos o medicamentos transgénicos, es una estrategia perversa que como en Brasil trata de ampliar los agronegocios con agronegozinhos que compliquen a sectores más amplios de la población. Ser laboratorio de eventos GM es otra de las situaciones que se agudizarán con la aprobación de la Ley de Biotecnología y en momentos en que en los foros internacionales las empresas presionan para liberar el gen “Terminador” de MONSANTO, gen inhibidor de la germinación de las semillas, presentado ahora como una solución a la pavorosa contaminación de transgénicos que se ha producido en el mundo, consecuencia de la determinación de las corporaciones de aumentar sus lucros a todo riesgo de la vida sobre el Planeta.

Por todo lo anterior queremos hacer conocer a los Señores Diputados y al Pueblo en general, nuestra posición y anticipar lo que vendrá inexorablemente como resultados, por el camino que fija la Ley MONSANTO. Estamos convencidos que la legitimación de este modelo provocará males mayores y acrecentará la resistencia y la rebeldía de las innumerables víctimas que aumentan a diario, porque las corporaciones y las empresas sojeras son insaciables.

Debemos reinstalar la idea de la Soberanía, de la justicia social y de un desarrollo independiente del capitalismo globalizado, porque continuamos convencidos que otro país es posible y que más allá de que se intente legitimar el modelo impuesto, continuaremos luchando para hacer realidad el sueño de una Argentina con Soberanía Alimentaria.

GRR. Grupo de Reflexión Rural
Buenos Aires, Marzo 2006 www.grr.org.ar

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