El tema (¿mito?) de los transgénicos
El tema (¿mito?) de los transgénicos, por Dr. Darío Gianfelici
El concepto de igualdad sustancial entre un producto natural y uno transgénico es sólo una costosa defensa de un interés económico en la producción y venta de venenos agroquímicos. El hecho que la cantidad por unidad de superficie a utilizar de estos venenos aumente campaña tras campaña lo pone en evidencia, además de destruir otro de los postulados de la Biblia transgénica que decía que, con estos productos, iba a disminuir la necesidad del uso de agrotóxicos.
Los seres que habitan este planeta han alcanzado, después de años de evolución, un equilibrio que admite la supervivencia de un sinnúmero de especies. Es lo que se denomina biodiversidad, un fenómeno producto de la paciencia inmensurable de la obra de Dios, el Ser Supremo, el Inmortal Arquitecto, o cualquiera de las denominaciones con que el pensamiento humano se protege de su ignorancia ante tamaño milagro evolutivo.
Pero desde hace una o dos décadas ha aparecido un peligro inminente a la salud de esa evolución: “La revolución genética”, cuya expresión más evidente son los cultivos transgénicos pero que, casi subrepticiamente, afecta también a la crianza de animales y la producción de medicamentos. Y, por lo tanto, al hombre que es el último consumidor de todos los productos que se originan en estas técnicas.
El concepto de igualdad sustancial entre un producto natural y uno transgénico es sólo una costosa defensa de un interés económico en la producción y venta de venenos agroquímicos. El hecho que la cantidad por unidad de superficie a utilizar de estos venenos aumente campaña tras campaña lo pone en evidencia, además de destruir otro de los postulados de la Biblia transgénica que decía que, con estos productos, iba a disminuir la necesidad del uso de agrotóxicos.
Los seres que habitan este planeta han alcanzado, después de años de evolución, un equilibrio que admite la supervivencia de un sinnúmero de especies. Es lo que se denomina biodiversidad, un fenómeno producto de la paciencia inmensurable de la obra de Dios, el Ser Supremo, el Inmortal Arquitecto, o cualquiera de las denominaciones con que el pensamiento humano se protege de su ignorancia ante tamaño milagro evolutivo.
Pero desde hace una o dos décadas ha aparecido un peligro inminente a la salud de esa evolución: “La revolución genética”, cuya expresión más evidente son los cultivos transgénicos pero que, casi subrepticiamente, afecta también a la crianza de animales y la producción de medicamentos. Y, por lo tanto, al hombre que es el último consumidor de todos los productos que se originan en estas técnicas.
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