jueves, febrero 07, 2013

Carmelo dice que no es suficiente


Me alegra que mi artículo crítico sobre la agricultura orgánica en Puerto Rico, publicado en 80 Grados el pasado viernes, haya generado tanto comentario. Pues si ese les gustó, este les va a encantar:




NO ES SUFICIENTE
Carmelo Ruiz Marrero
Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico  

3 de agosto 2010


A lo largo de una década he ofrecido un sinnúmero de charlas y entrevistas de prensa sobre el tema de la biotecnología transgénica y presentaciones de mi libro "Balada Transgénica" en decenas de municipios- desde Rincón hasta Vieques- ante variadísimas audiencias, desde grupos religiosos, ambientalistas, comunitarios, independentistas, estudiantiles y mercados agrícolas hasta universidades y gremios profesionales. Por experiencia puedo decir que no es difícil apasionar a la gente en torno al tema de los alimentos transgénicos. A pesar de toda la publicidad y propaganda corporativa la gente percibe en su intuición mas íntima que algo anda mal con lo que comemos, y se niegan a ser consumidores pasivos (de comida y propaganda), ante la situación quieren hacer algo.

Pero noto con creciente preocupación y molestia que a menudo en los intercambios e interacciones con las audiencias, la discusión se desvía hacia una vertiente apolítica e individualista: cómo comer sano, cómo evitar los transgénicos en la dieta, promover estilos de vida ecológicos y dietas naturistas.

Pero mi intención con esta labor educativa siempre ha sido llevar la discusión sobre el sistema agroalimentario en la dirección opuesta, hacia lo político: adelantar la soberanía alimentaria, luchar contra las compañías de pesticidas y transgénicos y los megadetallistas, visualizar un modelo distinto de sociedad, basado en una economía ecológica, descentralizada y orientada hacia lo local; integrar la lucha contra los transgénicos a las otras luchas ya existentes, en pro de la ecología, por el karso y el Corredor Ecológico del Noreste, los derechos de la mujer trabajadora, las reivindicaciones sindicales y obreras, las comunidades amenazadas por el desahucio, por el derecho humano al agua, vivienda, trabajo, salud y educación, y en contra de la privatización de nuestras playas, recursos naturales y servicios públicos, contra la violencia machista, la homofobia, el prejuicio xenofóbico, la brutalidad policial, contra el colonialismo en todas sus formas.

Cuando nos obsesionamos con los cambios de dieta y estilos de vida convertimos la problemática de los transgénicos y el agro orgánico en una cuestión meramente individual, sin contenido social. Se convierte todo entonces en un capricho de riquitos, que gozan de estilos de vida fabulosos y tienen el dinero para comprar lechuga orgánica a $10 la libra y líneas exclusivas de productos libres de transgénicos a precios de elite.

No es que comer sano no sea importante. Pero los cambios de estilo de vida nunca sustituirán la acción política y social y la lucha consecuente por cambios en el sistema político y económico. Lolita Lebrón, Che Guevara, Salvador Allende, Pedro Albizu Campos, Filiberto Ojeda, Martin Luther King, todos tuvieron algo en común: el imperio se ensañó contra ellos. ¿Ustedes creen que las agencias represivas y de inteligencia les importaba un bledo lo que ellos comían? ¿Ustedes creen que su dieta fue lo que los hizo peligrosos al sistema? Lo que los hizo peligrosos fue su compromiso inquebrantable contra la opresión y su afán de darnos un mundo más justo- eso es lo que les costó la cárcel y la persecución.

La libertad de nuestros prisioneros políticos, desde los nacionalistas de 1979 hasta Carlos Alberto Torres, la liberación de Culebra y Vieques, la victoria contra la minería en la cordillera central, y tantas reivindicaciones obreras, feministas, comunitarias y ambientales en y fuera de nuestro país a lo largo de las últimas decadas y siglos, nada de esto se logró cambiando estilos de vida privados sino saliendo a la calle, protestando, descalabrando la cotidianidad conformista con acciones revolucionarias, arriesgando cárcel y peor. Lo mismo con las luchas de hoy, contra la pena de muerte, por la zona kársica, por mantener nuestras playas como la Poza del Obispo en Arecibo y Ocean park como patrimonio público accesible al pueblo, por evitar el desalojo de comunidades como Villas del Sol, la Boca de Barceloneta y las comunidades G8 del Caño Martín Peña, poner fin a las detestables medidas neoliberales impuestas por ambos partidos coloniales, y por supuesto para poner fin a la siembra de transgénicos y el uso de agrotóxicos en nuestro territorio nacional, todos estos triunfos se lograrán solo en la medida en que salgamos de nuestras casas a organizar y a protestar.

Porque es un chiste malo que estemos hablando de evitar los transgénicos en nuestra dieta y a la misma vez permitimos que corporaciones transnacionales de biotecnología, con el apoyo del gobierno federal y sus sátrapas coloniales, siembren impunemente cultivos transgénicos experimentales y comerciales en nuestros mejores llanos agrícolas, inclusive en terrenos de la Universidad de Puerto Rico.

Porque es un chiste malo que nos obsesionemos con tener una dieta "natural" y tener un estilo de vida "naturista" y a la vez nos crucemos de brazos ante el torrente de agrotóxicos que llegan a nuestros muelles, toneladas y toneladas de barriles de insecticida, herbicida y otros cidas que se riegan en la mayoría de nuestras fincas y también en patios residenciales, derechos de paso, etc. Envenenan no solo nuestra producción agrícola, que con tanto orgullo patrocinamos por tratarse de productos hechos en Puerto Rico, sino también el aire que respiramos y el agua que bebemos. Estos venenos están vinculados al cáncer y a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson's y Alzheimer's. ¿Qué familia puertorriqueña no ha sido tocada por estas enfermedades?

No es suficiente establecer más y más fincas orgánicas en nuestro país si no combatimos los horrores tóxicos del agronegocio industrial. Hay algo verdaderamente siniestro e injusto en la idea de reglamentar y certificar la producción orgánica mientras que los productores convencionales siguen haciendo lo que les da la gana, sin enfrentar oposición alguna.

En resumidas cuentas, no basta con ser un consumidor consciente y ecológico. No es el consumo lo que debemos revolucionar sino la PRODUCCION, y eso sólo se logra mediante el activismo político y la movilización social.

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