RALLT
En América Latina ha habido una evolución histórica de los actores sociales que trabajan en torno a la problemática de los cultivos transgénicos.
A mediados de la década del noventa, prácticamente no habían organizaciones preocupadas por la problemática de los transgénicos en América Latina; esto a pesar de que ya en Argentina a mediados de la década, habían unos cuantos millones de hectáreas sembradas con soya transgénica. En esa época en Argentina la lucha se centraba en contra del neoliberalismo de Carlos Menen, y se decía que su régimen había sido negativo en muchos aspectos, pero no en los aspectos ambientales pues Menen había destruido la industria nacional. El tema ambiental se limitaba a los impactos de la industria, y mas bien se veía como algo positivo la expansión de la soya, pues generaba riqueza al país. Los más críticos veían a los transgénicos como una nueva expresión de la agricultura industrial en agricultura. Uno de las primeras organizaciones que enfrenta con seriedad la problemática transgénica en Argentina es el Grupo de Reflexión Rural, quien critica el modelo agrícola en general y los cultivos transgénico en particular.
El discurso anti transgénico fue hacia finales del noventa acogido por las organizaciones campesinas, de consumidores en la región, y surgen en esa época varias declaraciones donde las organizaciones expresan su total rechazo a las empresas que promueven a biotecnología en la región. Se une el tema de los transgénicos al de la soberanía alimentaria, lo que potencia su discurso. Así por ejemplo, en la declaración del taller de la Vía Campesina sobre soberanía alimentaria en La Habana “La privatización de la vida y los OGM” dentro del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria en La Habana del 6 de septiembre de 2001, los asistentes se pronunciaron en contra de la patentabilidad de los seres vivos y de las semillas, hicieron un llamado a controlar los alimentos transgénicos, a establecer mecanismos de responsabilidad a los países que no cumplan normas de bioseguridad e invocaron al principio de precaución. Pidieron además que se prohíban las tecnologías Terminator y llamaron a una moratoria inmediata sobre la producción, comercialización y ensayo en campo abierto, como primer paso hacia la producción de alimentos libres de transgénicos. Finalmente rechazaron y la condenaron la ayuda alimentaria con productos transgénicos
En esos años, varias organizaciones de la Vía Campesina de Brasil protagonizaron acciones contra la expansión de los transgénicos en su país, como la ocupación de un campo experimental de Syngenta en el Estado de Paraná donde la empresa estaba evaluando nuevos eventos de maíz transgénico. El conflicto tuvo desenlaces violentos, pero finalmente la Vía Campesina pudo establecer un lugar de aprendizaje de agroecología, el Centro Chico Mendes de Agroecologia: terra livre de transgênicos e sem agrotóxicos.
La Vía Campesina ha levada a cabo también campañas en contra de las semillas transgénicas Terminator, por el peligro que entraña el que se liberen al ambiente semillas que no pueden germinar, y por la profunda dependencia a la que se someterían los agricultores que asuman esta tecnología. Durante las negociaciones de la Octava Conferencia de las partes del Convenio de Biodiversidad que tuvo lugar en Curitiba - Brasil, varias organizaciones del campo, lideradas por las mujeres de la CLOC (Coordinación de organizaciones del Campo, sección latinoamericana de la Vía Campesina), hicieron una manifestación pacífica en contra de una posible legalización de esta tecnología en el seno de este Convenio.
En Paraguay la organización CONAMURI (organización de mujeres indígenas, parte de Vía Campesina), llevó a cabo una campaña de mucho impacto relacionada con la muerte de un hijo de una de sus militantes, el niño Silvino Talavera, ocasionada por las fumigaciones de los campos de soya cerca de su finca. Este caso generó un importante precedente porque fue la primera vez que se ganó en el campo penal un caso por muerte por glifosato, aunque la sentencia de cárcel a los responsables nunca se ejecutó.
La lucha contra los cultivos transgénicos sigue presente en la lucha política de la Vía Campesina, incluyéndola en otros temas de lucha, como son los agrocombustibles, la geoingeniería, el mercado de Carbono. Ver por ejemplo este fragmento de la Declaración del V Congreso de la CLOC (llevado a cabo en octubre de 2010).
El mundo y los campesinos vemos con horror cómo se utilizan o tratan de imponer leyes y tecnologías de la destrucción y el despojo, como la privatización de las semillas, los cultivos transgénicos, semillas Terminator, la biología sintética y la geoingeniería.
Se asocia también con la nueva tendencia mundial del acaparamiento de tierras, pues en gran medida este proceso de despojo violenta de tierras está asociado con el establecimiento de cultivos transgénicos y energéticos para la producción de agrocombustibles, como se refleja en la siguiente declaración de la CLOC del 17 de abril de 2011.
… En Latinoamérica cada día crecen con más fuerza mecanismos como el monocultivo para la producción de agrocombustibles y transgénicos que influyen directamente al pueblo campesino, originario y afrodescendiente pues es extensivo en tierra lo que genera un desgaste de la tierra a corto plazo, agudiza la crisis climática y conlleva el desplazamiento forzado de las campesinas y campesinos a las grandes ciudades, engrosando así los cordones de pobreza.
La ayuda alimentaria con transgénicos es otra problemática que ha suscitado movilización por parte de la sociedad civil en América Latina. En un seminario internacional llamado por la RALLT en 2001 se puso en evidencia que la ayuda alimentaria con transgénicas era un fenómeno generalizado en el tercer mundo y las economías en transición, a través de la cual Estados Unidos impone sus políticas económicas y coloca sus excedentes.
A los grupos ecologistas, que fueron los primeros en interesarse en esta problemática, se juntaron organizaciones de consumidores y otros sectores que han dado seguimiento a la problemática de la ayuda alimentaria desde hace muchos años. Un resultado de esta reunión fue que a partir de entonces se hicieron pruebas sobre el contenido de las donaciones alimenticias en varios países del Tercer Mundo y en todos los caso se encontró la presencia de transgénicos. Un actor importante en este proceso fue la organización Amigos de la Tierra.
Varios gobiernos se pronunciaron al respecto, y en el caso del Ecuador las denuncias hechas sobre la presencia de soya transgénica en los programas de alimentación infantil produjo la renuncia de la representante del Programa Mundial de Alimentos en el país.
Desde esta iniciativa que nació en América Latina, se empezó a discutir esta problemática en África, hubo pronunciamientos de los delegados oficiales en la Cumbre de Desarrollo Sustentable en Johanesburgo, por ejemplo de Zambia; y en 2006 hubo un segundo encuentro internacional en la ciudad de Maputo, donde el rango de actores se amplió a organizaciones de asistencia humanitaria.
Este tema ha ido perdiendo importancia en América del Sur porque con el advenimiento de los nuevos gobiernos progresistas en la región, las donaciones en forma de alimentos ha disminuido muchísimo en la regióndesde Estados Unidos los gobiernos de ú, Ecuador y Colombia.
Al momento varios gobiernos locales que están declarando territorios libres de transgénicos. Esto es especialmente fuerte en Perú, donde se han declarado cerca de una decena de municipios libres de transgénicos, y en la mayoría de casos el argumento ha sido la defensa de la agrobiodiversidad nativa, especialmente la papa, y luego, ante una posible aprobación de los transgénicos en Perú, confluyeron varios sectores de la sociedad para defender la agrobiodiversidad peruana hasta conseguir una moratoria por diez años.
En Colombia por otro lado, la declaración de territorios libres de transgénicos ha estado liderado por comunidades indígenas, quienes han visto en estas declaraciones una forma de defender sus territorios, y hay varios resguardos indígenas declarados libres de transgénicos.
En el Ecuador la disposición constitucional de declarar al país libre de transgénicos obedeció a una voluntad de casi todos los asambleístas, y fue el resultado de al menos una década de trabajo de las organizaciones que han trabajado por el no ingreso de semillas transgénicas al país. La excepción se alcanzó por el lobby del agronegocio como lo indica un Wikileak de la Embajada estadounidense en Ecuador.
En los países donde ya los cultivos transgénicos están totalmente establecidos, se ha retomado las antiguas campañas en contra de los plaguicidas. Este es el caso del Brasil, donde las organizaciones de agroecología han llevado a cabo esta lucha. Un poco diferente es en Argentina, donde son los vecinos de las zonas fumigadas quienes se han organizado en contra de las fumigaciones, solo luego de haber enfrentado una década de enfermedades catastróficas como cáncer, leucemia, problemas endócrinos, entre otros.
En torno a esta problemática se ha creado la campaña “Paren de Fumigar”, llevada a cabo en más de 70 pueblos y comunidades en las que se lucha para frenar la expansión de los cultivos de soja transgénicos y el uso irracional de pesticidas que este conlleva. En marzo de 2009 se inició una acción judicial por iniciativa de un grupo de ciudadanos En 2009, el tribunal de Santa Fe ordenó la suspensión de la fumigación aérea en proximidad de zonas urbanas, y aunque los productores de soja apelaron la sentencia fue ratificada en segunda instancia. Entre los colectivos que conforman esta red se incluye el “Grupo de Madres del Barrio Ituziangó Anexo”, quienes son pioneras en la denuncia en contra de los impactos de las fumigaciones en su bario, y han documentado varios casos de tumores, muertes prematuras, malformaciones genéticas, etc. Ellas han interpuesto un juicio en contra de los sojeros, y su lucha ha servido de inspiración para que otros colectivos también se organicen en torno a esta problemática. Ha habido ya algunos casos relativamente exitosos, donde se ha limitado el área de fumigaciones, como fue el caso de La Leonesa – Chaco, donde una sentencia del Superior Tribunal de Justicia de Chaco obliga a no fumigar a menos de mil metros de viviendas, escuelas y cursos de agua, y en la comunidad Zabala en la provincia de Santa Fe, donde también se establecen limitaciones al uso de plaguicidas.
Otro actor que está surgiendo en Argentina son médicos preocupados por la sociedad; médicos que atienden en centros de salud luego de ver cómo han aumentado los casos de enfermedades catastróficas en la población. Ellos han organizado la red de médicos de pueblos fumigados. Este es un movimiento que está empezando a cuajarse en Paraguay y Uruguay.
Un actor importante podría ser la academia, pero muy pocos académicos han apoyado las demandas de la sociedad sobre los cultivos genéticamente modificados. La mayoría se han apresurado a afirmar que los cultivos transgénicos no producen impactos en la salud y el ambiente, y cuando han surgido estudios que contradicen estas afirmaciones ha tenido que enfrentar la crítica desde la propia academia, como fue el caso de la Dra. Antonieta Gutiérrez lugo de dar a conocer sus resultados sobre la contaminación del maíz en Perú.
CAMINO HACIA DELANTE
El futuro de los cultivos transgénicos en América del Sur están marcados por situaciones antagónicas. Por un lado tenemos la declaratoria de una moratoria por 10 años a la liberación de transgénicos en Perú, que fue un logro de las organizaciones sociales peruanas y por otro la adhesión de Perú al Convenio UPOV 1991.
En Bolivia tenemos la aprobación de la Ley de Revolución Productiva en Bolivia. Aunque en la ley se abre la posibilidad de aprobar nuevos cultivos transgénicos, hay que esperar que la palabra del presidente Evo Morales se mantenga cuando el asegura que en Bolivia están prohibidos los transgénicos. Por otro lado, esta ley estaría limitando el libre flujo de semillas, pues sólo podrán circular las semillas certificadas, y a través de medidas sanitarias.
Leyes y propuestas de ley similares están siendo introducidas en casi todos los países de América Latina, a lo que se suma el hecho de que tanto Chile como Perú son ahora parte del Convenio UPOV que da derechos a los obtentores de semillas industriales.
Este año recordamos además con preocupación la liberación hecha en Brasil de mosquitos transgénicos para el control del dengue, y la amenaza de liberación en Panamá y Costa Rica. Miramos con preocupación la aprobación de nuevas variedades de semillas transgénicas en ese país que incluyen variedades resistentes a herbicidas más fuertes como el Dicamba, y el 2,4D lo que significará mayor uso de plaguicidas y mayores impactos en la salud y el ambiente (hasta el momento hay más de 20 diferentes tipos de transgénicos aprobados en Brasil), así como la enorme expansión de los híbridos de maíz con genes apilados.
Una posible introducción en el campo de eventos transgénicos de caña y de eucalipto en Brasil potenciará aun más la industria de los agrocombustibles, especialmente del etanol, y con posibilidades de irradiarse a otros países de la región. Por otro lado se está ya trabajando con nuevas técnicas moleculares como es la biología sintética que permite la elaboración de diesel a partir de caña, también en Brasil.
Tenemos además la adopción de un nuevo tipo de soya transgénica (RR y Bt) en Argentina que obligará a los agricultores a firmar contratos que les impide guardar semillas y a aplicar un paquete tecnológico, con lo que se consolida el poder de Monsanto en ese país, y la aprobación de la soya transgénica en Colombia. Este país tienen bastas llanuras donde la soya con resistencia a herbicidas podría esparcirse de la misma manera como se expandió en el Sur del Continente.
Aunque la conciencia sobre los peligros que producen los transgénicos sigue aumentando, esto no ocurre con la misma velocidad con la que esta tecnología se expande en la región.
No nos queda sino seguir trabajando porque algún día volvamos a tener una América Latina Libre de Transgénicos. El ejemplo de lo que pasó en Perú debe ser nuestra inspiración.
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