notas de presentación
Algo anda realmente mal en la agricultura. Constantemente aumenta la evidencia de que la muy celebrada agricultura industrial convencional, que en este país a menudo se le llama equivocadamente agricultura “tradicional”, no combate el hambre, no es capaz de proveer alimentos saludables y deja a su paso enormes daños ambientales evitables e inaceptables, como erosión de la biodiversidad, deforestación, destrucción de suelos, envenenamiento con pesticidas, y encima de eso es una de las principales causas del cambio climático, el cual es ciertamente la mayor amenaza que enfrenta la especie humana hoy. Según “Cocinando el Planeta”, un extenso documento conjunto de varias organizaciones europeas, incluyendo GRAIN y Veterinarios Sin Fronteras, la agricultura industrial es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las megaempresas que controlan la agricultura industrial ahora nos ofrecen cultivos genéticamente alterados, o transgénicos, que supuestamente aumentan los rendimientos, reducen el uso de agrotóxicos, controlan malezas y plagas de manera ambientalmente benigna, y muchos otros beneficios para consumidores, agricultores, el ambiente y los hambrientos del mundo. Pero los alegados beneficios de estas novedosas semillas producto de la biotecnología moderna son puramente imaginarios. Al contrario, los cultivos transgénicos han exacerbado el hambre y la miseria rural, han llevado al desarrollo de supermalezas y superplagas, han empeorado los problemas ambientales causados por la agricultura moderna, y estudios científicos no financiados por la industria de biotecnología consistentemente han encontrado en los alimentos transgénicos daños a la salud de animales de laboratorio lo suficientemente serios como para exigir una moratoria a su producción. Esto nos concierne a los puertorriqueños no solamente como consumidores sino que nos concierne también porque las compañías de biotecnología agrícola, como Monsanto, Syngenta y Pioneer, tienen una gran concentración de cultivos transgénicos experimentales y de propagación de semilla en terrenos agrícolas de nuestro país.
Estos cultivos no fueron alterados genéticamente para rendir más, ni para ser más nutritivos, ni para reducir el uso de agroquímicos tóxicos. La mayoría fueron alterados para ser inmunes al herbicida Roundup, producto de la corporación Monsanto, y se les conoce como cultivos Roundup Ready. Los demás producen su propio insecticida, y se les llaman cultivos Bt. Estos cultivos, que son mayormente de soya y maíz, se utilizan para hacer, entre otras cosas, harina, almidón, aceite de cocinar, endulzadores, biocombustibles, y comida para alimentar los animales de finca que nos dan carne, lácteos y huevos.
Nuestro agro está amenazado no solamente por el desparramo urbano y proyectos energéticos mal ubicados. Miles de cuerdas de nuestros mejores llanos agrícolas están siendo utilizadas por corporaciones transnacionales de biotecnología como Monsanto, Bayer, Pioneer y Syngenta para experimentación y propagación de cultivos transgénicos (1).
Tan temprano como en la década de los 80, cuando los cultivos y alimentos transgénicos aún no habían sido aprobados para siembra comercial o consumo humano, ya se estaban probando en terrenos puertorriqueños siembras transgénicas resistentes a herbicida. Y en Puerto Rico se experimentó con herbicidas y defoliantes tóxicos como el agente naranja para la guerra que estaba haciéndole Estados Unidos al pueblo vietnamita. El agente naranja precisamente es producto de Monsanto y Dow. Aún hoy, ambas compañías niegan responsabilidad por los daños a la salud causados por el agente naranja, y ahora estas mismas compañías nos dicen que sus cultivos transgénicos y sus venenos agroquímicos no hacen ná.
Según datos del propio Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Puerto Rico contiene la mayor concentración por milla cuadrada de cultivos transgénicos experimentales dentro de la jurisdicción de EEUU, con la posible excepción de Hawaii (2). Y casi toda esta experimentación se concentra en sólo cinco municipios del país - Isabela, Aguadilla, Juana Díaz, Santa Isabel y Salinas. Estudios de alimentación de animales de laboratorio por científicos de renombre que no son financiados por la industria de biotecnología han encontrado consistentemente que los alimentos transgénicos causan serios daños a la salud, incluyendo alergias y cáncer (3).
Lo que es peor aún, las semillas de estas corporaciones son todas patentadas. Lo que quieren es criminalizar la práctica ancestral de los agricultores y agricultoras de compartir e intercambiar semillas, ponernos a pagar cada vez que sembremos algo (4).
Hasta el día de hoy no se ha demostrado que los alimentos transgénicos sean seguros (6). La agencia federal estadounidense FDA, que se supone fiscalice los alimentos y medicamentos, no realiza sus propios estudios sobre productos GM. Los estudios de los que se vale la agencia son realizados por las propias compañías que los producen, y usualmente están clasificados como información confidencial (Si son tan seguros, ¿por qué la confidencialidad?).
La FDA “depende casi totalmente de la notificación voluntaria de las compañías de biotecnología de que realizaron su propia evaluación de seguridad de los cultivos GM (transgénicos) que quieren comercializar”, advierten los científicos húngaros Arpad Pusztai y Susan Bardocz, quienes son parte de la facultad del Instituto de Ecología Genética de Noruega (GenØk) (7). “La FDA no tiene laboratorio propio y nunca, de hecho, garantiza la inocuidad de cultivos y alimentos GM. Sólo acepta las aseguranzas de las compañías de biotecnología de que su producto es seguro.”
Pusztai y Seralini. Mis días en Noruega.
ENSSER/Earth Open Source http://www.earthopensource.org/index.php/news/150
América Latina es la región del mundo donde más cultivos transgénicos hay, después de Estados Unidos y Canadá. La industria de biotecnología nos dice que sus cultivos han sido todo un éxito para las economías latinoamericanas, pero la realidad es otra.
El pasado mes de mayo, 30 representantes de 12 organizaciones de sociedad civil se reunieron en Bogotá convocados por la Red por una América Latina Libre de Transgénicos para analizar la situación en relación a estos cultivos a los 17 años de su introducción en la región. Declararon que:
A pesar de que los promotores de los cultivos transgénicos dijeron que éstos iban a disminuir el uso de plaguicidas, la realidad es lo opuesto. Ha habido un aumento exponencial en el uso de agrotóxicos en los países que han adoptado esta tecnología, y su aplicación está relacionada especialmente con los cultivos resistentes a herbicidas, lo que ha significado el sometimiento de la población a una condición sanitaria cercana al genocidio. En el Cono Sur, la soja resistente a glifosato (ingrediente activo de Roundup) cubre un área de 475.700 Km2; toda esta área es fumigada con un cóctel de agrotóxicos que incluye el glifosato, afectando a cerca de 10 millones de personas que viven en la zona de influencia de las fumigaciones asociadas a los cultivos transgénicos.
Esta avalancha tóxica ha provocado un aumento exponencial de enfermedades relacionadas con plaguicidas, como malformaciones genéticas, incremento de leucemia, linfomas, enfermedades autoinmunes, y daños irreparables en los ecosistemas.
En cuanto a los supuestos beneficios para los agricultores, sepan lo siguiente: En mayo el Wall Street Journal publicó un artículo con el horripilante título de "Pesticides Make a Comeback: Many Corn Farmers Go Back to Using Chemicals as Mother Nature Outwits Genetically Modified Seeds". Y el pasado 9 de julio la National Public Radio (NPR) de Estados Unidos transmitió un reportaje sobre las superplagas que azotan los sembradíos transgénicos (11), y (12). Hay que señalar que NPR y el Wall Street Journal siempre habían estado inclinados a favor de los transgénicos en reportajes anteriores.
En cuanto a los problemas de malezas, las noticias tampoco son halagadoras para los cultivos transgénicos. El pasado 4 de julio el Gazette, periódico del estado de Iowa, reportó que los granjeros que siembran transgénicos están perdiendo la guerra contra las malezas debido a nuevas superhiberbas resistentes al herbicida Roundup (13).
El dossier de Ian Pagan, la secre Comas se hace la desentendida. Protestas en Santurce e Isabela.
Etiquetado. California, mi trabajo en OCA. Wash State, $22 millones. Puerto Rico.
Las megaempresas que controlan la agricultura industrial ahora nos ofrecen cultivos genéticamente alterados, o transgénicos, que supuestamente aumentan los rendimientos, reducen el uso de agrotóxicos, controlan malezas y plagas de manera ambientalmente benigna, y muchos otros beneficios para consumidores, agricultores, el ambiente y los hambrientos del mundo. Pero los alegados beneficios de estas novedosas semillas producto de la biotecnología moderna son puramente imaginarios. Al contrario, los cultivos transgénicos han exacerbado el hambre y la miseria rural, han llevado al desarrollo de supermalezas y superplagas, han empeorado los problemas ambientales causados por la agricultura moderna, y estudios científicos no financiados por la industria de biotecnología consistentemente han encontrado en los alimentos transgénicos daños a la salud de animales de laboratorio lo suficientemente serios como para exigir una moratoria a su producción. Esto nos concierne a los puertorriqueños no solamente como consumidores sino que nos concierne también porque las compañías de biotecnología agrícola, como Monsanto, Syngenta y Pioneer, tienen una gran concentración de cultivos transgénicos experimentales y de propagación de semilla en terrenos agrícolas de nuestro país.
Estos cultivos no fueron alterados genéticamente para rendir más, ni para ser más nutritivos, ni para reducir el uso de agroquímicos tóxicos. La mayoría fueron alterados para ser inmunes al herbicida Roundup, producto de la corporación Monsanto, y se les conoce como cultivos Roundup Ready. Los demás producen su propio insecticida, y se les llaman cultivos Bt. Estos cultivos, que son mayormente de soya y maíz, se utilizan para hacer, entre otras cosas, harina, almidón, aceite de cocinar, endulzadores, biocombustibles, y comida para alimentar los animales de finca que nos dan carne, lácteos y huevos.
Nuestro agro está amenazado no solamente por el desparramo urbano y proyectos energéticos mal ubicados. Miles de cuerdas de nuestros mejores llanos agrícolas están siendo utilizadas por corporaciones transnacionales de biotecnología como Monsanto, Bayer, Pioneer y Syngenta para experimentación y propagación de cultivos transgénicos (1).
Tan temprano como en la década de los 80, cuando los cultivos y alimentos transgénicos aún no habían sido aprobados para siembra comercial o consumo humano, ya se estaban probando en terrenos puertorriqueños siembras transgénicas resistentes a herbicida. Y en Puerto Rico se experimentó con herbicidas y defoliantes tóxicos como el agente naranja para la guerra que estaba haciéndole Estados Unidos al pueblo vietnamita. El agente naranja precisamente es producto de Monsanto y Dow. Aún hoy, ambas compañías niegan responsabilidad por los daños a la salud causados por el agente naranja, y ahora estas mismas compañías nos dicen que sus cultivos transgénicos y sus venenos agroquímicos no hacen ná.
Según datos del propio Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Puerto Rico contiene la mayor concentración por milla cuadrada de cultivos transgénicos experimentales dentro de la jurisdicción de EEUU, con la posible excepción de Hawaii (2). Y casi toda esta experimentación se concentra en sólo cinco municipios del país - Isabela, Aguadilla, Juana Díaz, Santa Isabel y Salinas. Estudios de alimentación de animales de laboratorio por científicos de renombre que no son financiados por la industria de biotecnología han encontrado consistentemente que los alimentos transgénicos causan serios daños a la salud, incluyendo alergias y cáncer (3).
Lo que es peor aún, las semillas de estas corporaciones son todas patentadas. Lo que quieren es criminalizar la práctica ancestral de los agricultores y agricultoras de compartir e intercambiar semillas, ponernos a pagar cada vez que sembremos algo (4).
Hasta el día de hoy no se ha demostrado que los alimentos transgénicos sean seguros (6). La agencia federal estadounidense FDA, que se supone fiscalice los alimentos y medicamentos, no realiza sus propios estudios sobre productos GM. Los estudios de los que se vale la agencia son realizados por las propias compañías que los producen, y usualmente están clasificados como información confidencial (Si son tan seguros, ¿por qué la confidencialidad?).
La FDA “depende casi totalmente de la notificación voluntaria de las compañías de biotecnología de que realizaron su propia evaluación de seguridad de los cultivos GM (transgénicos) que quieren comercializar”, advierten los científicos húngaros Arpad Pusztai y Susan Bardocz, quienes son parte de la facultad del Instituto de Ecología Genética de Noruega (GenØk) (7). “La FDA no tiene laboratorio propio y nunca, de hecho, garantiza la inocuidad de cultivos y alimentos GM. Sólo acepta las aseguranzas de las compañías de biotecnología de que su producto es seguro.”
Pusztai y Seralini. Mis días en Noruega.
ENSSER/Earth Open Source http://www.earthopensource.org/index.php/news/150
América Latina es la región del mundo donde más cultivos transgénicos hay, después de Estados Unidos y Canadá. La industria de biotecnología nos dice que sus cultivos han sido todo un éxito para las economías latinoamericanas, pero la realidad es otra.
El pasado mes de mayo, 30 representantes de 12 organizaciones de sociedad civil se reunieron en Bogotá convocados por la Red por una América Latina Libre de Transgénicos para analizar la situación en relación a estos cultivos a los 17 años de su introducción en la región. Declararon que:
A pesar de que los promotores de los cultivos transgénicos dijeron que éstos iban a disminuir el uso de plaguicidas, la realidad es lo opuesto. Ha habido un aumento exponencial en el uso de agrotóxicos en los países que han adoptado esta tecnología, y su aplicación está relacionada especialmente con los cultivos resistentes a herbicidas, lo que ha significado el sometimiento de la población a una condición sanitaria cercana al genocidio. En el Cono Sur, la soja resistente a glifosato (ingrediente activo de Roundup) cubre un área de 475.700 Km2; toda esta área es fumigada con un cóctel de agrotóxicos que incluye el glifosato, afectando a cerca de 10 millones de personas que viven en la zona de influencia de las fumigaciones asociadas a los cultivos transgénicos.
Esta avalancha tóxica ha provocado un aumento exponencial de enfermedades relacionadas con plaguicidas, como malformaciones genéticas, incremento de leucemia, linfomas, enfermedades autoinmunes, y daños irreparables en los ecosistemas.
En cuanto a los supuestos beneficios para los agricultores, sepan lo siguiente: En mayo el Wall Street Journal publicó un artículo con el horripilante título de "Pesticides Make a Comeback: Many Corn Farmers Go Back to Using Chemicals as Mother Nature Outwits Genetically Modified Seeds". Y el pasado 9 de julio la National Public Radio (NPR) de Estados Unidos transmitió un reportaje sobre las superplagas que azotan los sembradíos transgénicos (11), y (12). Hay que señalar que NPR y el Wall Street Journal siempre habían estado inclinados a favor de los transgénicos en reportajes anteriores.
En cuanto a los problemas de malezas, las noticias tampoco son halagadoras para los cultivos transgénicos. El pasado 4 de julio el Gazette, periódico del estado de Iowa, reportó que los granjeros que siembran transgénicos están perdiendo la guerra contra las malezas debido a nuevas superhiberbas resistentes al herbicida Roundup (13).
El dossier de Ian Pagan, la secre Comas se hace la desentendida. Protestas en Santurce e Isabela.
Etiquetado. California, mi trabajo en OCA. Wash State, $22 millones. Puerto Rico.
Etiquetas: Carmelo
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