martes, agosto 10, 2010

Introducción de maíz transgénico en Cuba ¿capricho, solución o amenaza?



«(...) la manipulación genética y el uso de fertilizantes químicos (...) están llegando ya al límite de sus posibilidades para producir alimentos sanos y aptos para el consumo (...) la ciencia creó la capacidad de autodestruir el planeta varias veces. La mayor contradicción en nuestra época es, precisamente, la capacidad de la especie para autodestruirse y su incapacidad para gobernarse » (Fidel Castro Ruz, 26/04/2010)1

«La ciencia se enorgullece de sus éxitos (...) Medítese bien. Informémonos de los nuevos descubrimientos científicos y saquemos las conclusiones pertinentes. Decenas de noticias llegan diariamente sobre la crisis alimentaria, los precios de la energía y las materias primas, el cambio climático y otros problemas interrelacionados. La soya transgénica (...) no es apta para el consumo humano» (Fidel Castro Ruz, 12/06/2008)2


Continúa el silencio en Cuba en relación con la introducción del maíz FR Bt1. Los medios de comunicación siguen sin pronunciarse. Los pocos debates que se han suscitado se reducen a pequeñas reuniones, las que curiosamente se inclinan a una u otra tendencia de modelos agrícolas –agroecológico o transgénico-; por lo que de ese modo no es posible colocar a ambos modelos bajo el clima de un diálogo armónico y constructivo, y que finalmente se obtengan procedimientos beneficiosos instituidos para la naturaleza y para la sociedad. Por lo general, los defensores de los transgénicos se escudan en un discurso hacia lo profundamente científico a conveniencia, retórico y aparentan cierta subestimación de que el modelo agroecológico se sustente también sobre bases científicas. Adicionalmente, usan recursos explicativos, por demás preparados a nivel de laboratorio, para tratar de imponer a ultranza su maíz FR Bt1.

El Jefe del Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria en Cuba, Dr. Carlos G. Borroto, al dirigirse a quien suscribe , plantea que le gustaría analizar este tema en los múltiples espacios de debate científico que tenemos en Cuba. También eso queremos los que alertamos sobre la introducción de transgénicos en el país. Y de ser así, lo que mayor confusión y dudas crea es que si ambas partes lo deseamos, ¿por qué no se concretan esos espacios científicos para que se reflexione sobre este aparente choque de modelos? Pero es imprescindible que sea un debate de igual a igual, con una facilitación imparcial, sin opciones a la imposición ni a la manipulación a través de argumentos presuntuosos.

A quienes corresponda la obligación de crear espacios para la reflexión sobre este asunto –que ojalá y reaccionen al respecto-, no deberían olvidar nunca, tener en cuenta el excelente libro cubano: “ Transgénicos ¿qué se gana? ¿qué se pierde? Textos para un debate en Cuba ”. Esto ayudaría a balancear las exposiciones de criterios sobre bases científicas. Pero sobre todas las cosas, tampoco deberían estar ausentes en esos espacios de reflexión los autores o una representación de los más de 15 autores cubanos que participaron en la elaboración del mismo.

Ese debate sólo debería ser una etapa importante; pues se garantizaría que el gremio científico del país tuviese la oportunidad de participar con voz y voto en el mismo. Debido a que éste es un asunto ético, también hay que tener en cuenta el debate público, donde habría que dar la oportunidad de participar a los productores y consumidores de alimentos. Con el ánimo de resolver el problema del hambre, no se nos puede ver a los consumidores como simples conejillos de Indias, esperando que se decida qué es lo mejor que podemos o no comer, sin darnos la posibilidad de opinar, y mucho menos de seleccionar; sobre todo a un pueblo que goza de alto nivel cultural, donde el 15% de la población económicamente activa es profesional y el 53% es de técnicos medios. Es decir, el 68% de este gran segmento poblacional está calificado.

Por otra parte, la mayoría de las y los productores, tengan o no calificaciones, sí cuentan con experiencias, tradiciones, un significativo empirismo y sus observaciones son altamente preciadas. Hoy, los mejores resultados que se muestran en el país, se visualizan desde fincas de productores privados o cooperativas, y en cada uno de esos casos, se acciona bajo los principios de la agricultura sustentable. De manera que el asunto de qué modelo usar, o como armonizar modelos –que hay modelos no armónicos-, no corresponde sólo a un reducido grupo de científicos prestigiosos, sino que es un asunto de participación popular; pero no de participación para recibir indicaciones, sino para contribuir a las decisiones, más en Cuba, que la mayor riqueza tiene que sacarse de la tierra, pero devolviéndole también a ella vida, para que siga ofreciéndonos alimentos sanos.

Uno de los argumentos que esgrimen los productores de transgénicos es sembrar la duda de si la agricultura ecológica es capaz de producir en Cuba las 730.000 toneladas de maíz que se necesitan para sustituir importaciones. Insisten en arrinconar la agroecología a patios o pequeños espacios productivos y que se vea el camino libre al modelo transgénico. Debido a la presión que desde algunos pocos lugares se les han hecho, han comenzado a formular un nuevo concepto: “cultivos transgénicos agroecológicos”. Evidentemente, si este concepto se institucionalizara, lógicamente sería una novedad; pues hasta ahora no se concibe que los transgénicos puedan alcanzar a ser agroecológicos. Debido a estas tendencias confusas y por demás preocupantes, hoy más que nunca se hace necesario que se concreten dichos espacios de reflexión.

El hecho de que en una plantación de maíz transgénico en monocultivo, se trate con micorrizas, fitomas, brasinoesteroides u otra sustancia no sintética, y luego se rote con soya, no le da la condición de agroecológico. La base agroecológica se alcanza desde la biodiversidad. No importa el tamaño de las áreas que vayan a sembrarse con maíz. Hay que descodificarse de los tentáculos de la revolución verde. Por la Madre Tierra es impostergable ir a modelos que no la hieran más. No se trata sólo de las dudas, a pesar de las disímiles pruebas que aseguran los dueños de los transgénicos que se han hecho al maíz FR Bt1, en relación a las implicaciones ecosistémicas, que puede conllevar su explotación a gran escala a mediano o a largo plazo, con esa homogenización de ese monocultivo; sino también a la salud de animales y humanos.

Hay que poner en claro razones muy convincentes que demuestren en principio, que la agricultura sin maíz FR Bt1 es incapaz de producir las 730.000 toneladas que se necesitan, y que la solución inamovible es irse a los transgénicos a pesar de los riesgos. El recurso que utilizan los defensores de los transgénicos, es que este evento es resistente a la palomilla del maíz (Spodoptera frugiperda) y tolerante a un herbicida. Evidentemente, no es poca cosa los genes que hay que introducir a dichos eventos para que se logren esos efectos. No se ha dicho claro si también posee o no el gen suicida. Plantean que no es posible en Cuba llegar a producir los volúmenes antes mencionados si no se ataca la palomilla, y el mejor antídoto sería este maíz. Sin embargo, la mayoría de los productores de maíz de la región oriental de Cuba –por citar la que mejor conozco- estuvieron perdiendo casi las cinco últimas cosechas, y justamente no fue debido al ataque de palomilla o cogollero, sino a la sequía; es decir, a la carencia de precipitaciones.

Afortunadamente, este año 2010 el panorama ha cambiado, llovió en el momento oportuno y desde junio hasta este instante, todos o casi todos los productores han obtenido importantes cosechas de maíz. Por supuesto que la palomilla ha atacado, pero los daños no han comprometido los rendimientos significativamente. Las semillas que usaron las y los campesinos fueron las tradicionales, las que conocen y se intercambian, las que están adaptadas a sus entornos, las que soportan cambios climáticos bruscos, las que incluso casi en secano son capaces de ofrecer siempre algún rendimiento. En las temporadas pasadas no llovió, pero los campesinos tienen la certeza que si llueve en la siembra y cuando el maíz esté espigando se asegura la cosecha ¿Tendrá el FR Bt1 ese poder de adaptación?

Normalmente en los sistemas biodiversos, debido a las complejas cadenas alimentarias que se forman, los insectos raramente se convierten en plagas. En ese caso lo más probable es que el evento de resistencia a palomilla no sea de importancia. Tampoco sería de interés la tolerancia a herbicida, pues en esos sistemas la hierba es controlada por la propia biodiversidad de plantas de interés agrícola, pero las hierbas también pueden jugar su papel en algunos espacios del modelo. Por otra parte, es bueno reflexionar sí sería más conveniente la introducción de transgénicos en nuestros campos, o potenciar la red de Centros de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE) que tenemos en todo el país, y que podrían producir suficiente Bacillus thuringiensis para contribuir al control de la palomilla.

Existen diversas experiencias que han demostrado el insignificante ataque de palomilla cuando el maíz es combinado con frijol u otras especies rastreras o de porte bajo. Además de todas las pruebas que se plantea haber hecho al FR Bt1 –y que sería bueno colocarlas a ojos vistas de la comunidad científica cubana-, sería notablemente interesante tener datos de estudios comparativos de algunas de las variedades criollas de maíz que usan nuestros campesinos y el FR Bt1 bajo similares condiciones. De esa manera podrían compararse datos vinculados al rendimiento agrícola, a la incidencia de la palomilla en el mismo y a otros indicadores que muestren impactos en la biodiversidad. Lógicamente esos estudios serían fidedignos si se hacen en distintas regiones, bajo el máximo nivel de control, con un equipo imparcial que haga las evaluaciones y empleándose modelos absolutamente agroecológicos y otros con prácticas agroecológicas elementales que se acerquen a la realidad de la mayoría de las fincas; pero, además, que se haga durante varias temporadas, usándose las semillas cosechadas por los propios agricultores de uno y otro tipo de maíz.

No estaría mal saber a cuánto ascienden los gastos incurridos para llegar finalmente a la obtención de un maíz que necesita licencias para ser liberado y que se sabe que está situado en el ojo del huracán. Se conoce que su licencia está en vencimiento y que sus dueños luchan desesperadamente por obtener una próxima, los cuales están siendo beneficiados por un silencio que, de momento, parece obligatorio; pero que si la decisión es positiva, sólo servirá para arreciar mucho más las demandas que hace la otra parte del gremio científico y productivo cubano que tributa a la agricultura, demostrándose de esa manera que hay que contar con el mismo a la hora de tomar decisiones comprometedoras. También sería ilustrativo saber cuánto se habría logrado con el dinero empleado en la construcción de ese maíz si se hubiese puesto al servicio de potenciar los CREE o apoyar a la agricultura suburbana con la cual se apuesta a producir al menos un 70 a 75% de la alimentación nacional, y evidentemente transitar hacia la imprescindible soberanía alimentaria. Para esto hay que bajar altos valores de importación de alimentos cercanos al 65%. Sin embargo no creo que volviendo al monocultivo, y por demás transgénico, aunque se disfrace de agroecológico, sean prácticas compatibles con la soberanía alimentaria y la agricultura sustentable.

Ciertamente, el diálogo que se necesita debe ser respetuoso y a eso estamos dispuestos; pero el irrespeto se inicia cuando se irrumpe en los campos cubanos con un maíz desconocido por un significativo segmento del gremio profesional, productivo y científico de Cuba; así como los consumidores que somos todos. También se irrespeta cuando en el documento de Universidad para Todos: “Biotecnología y adulto mayor”, en su Parte 1 “Biotecnología y longevidad” se ofrecen los OGM como la panacea para resolver el hambre y curar males. Justo se les está dando esa receta a uno de los segmentos poblacionales más frágiles, que es el adulto mayor. Dentro de la propia ética y respeto que requiere este asunto, vale la pena la parte informativa justa a la medida, pero no las insinuaciones a que se acepten productos que incluso aún no se producen en el país, que son objeto de críticas internacionales y hoy en día forman parte de un debate nacional que está por concretarse.

Los medios alternativos no serán utilizados para comunicar reflexiones similares a éstas, en lo tocante al asunto que nos ocupa, cuando haya un pronunciamiento de los medios oficiales, cuando se suministre suficiente información clara para todos y todas, y cuando se produzcan éticos espacios de debates que pongan punto final a la controversia mediante la construcción de soluciones verdaderamente justas, sin juegos de palabras y con aceptación popular. No queremos que suceda en Cuba lo ocurrido en México, que aunque se trata de ocultar o desvirtuar las implicaciones que han traído los transgénicos en la destrucción de ese centro de origen del maíz. El documento “El combate a la contaminación transgénica en todo el mundo”, de GRAIN y publicado en el Cuaderno de Solidaridad 3: “Crisis alimentaria. Las soluciones antagónicas”, del compilador Ariel Dacal de la Editorial Caminos del Centro Memorial Martin Luther King, deja muy claras las estrategias que han tenido que emplear comunidades de México en su lucha contra la contaminación a causa del maíz transgénico. Acciones similares también plantea que se hacen en Tailandia, Filipinas y en el occidente de Canadá; siempre en contra de la contaminación transgénica.

Es necesario que quede muy claro que no se cuestiona la biotecnología, y mucho menos los grandes e imprescindibles logros que se han alcanzado en torno a la producción de vacunas y otros aportes al sector de la salud, a lo cual espero todos demos el merecido reconocimiento. Se reflexiona particularmente sobre el intento de introducción a gran escala del maíz transgénico FR Bt1 en los campos cubanos. También advierto que son muy poco creíbles las imparcialidades de la FAO, de las principales academias del mundo y de otras organizaciones internacionales que tratan este asunto; para lo cual remito a los lectores al artículo: “ Transgénicos dentro del perverso modelo de neocoloniaje y dominación ”, publicado recientemente en Rebelión.

Sí realmente queremos transitar a la era de la soberanía alimentaria y ambiental –que además es la única alternativa-, tenemos que despojarnos del orgullo cientificista, del protagonismo individual, del verticalismo, de las imposiciones. Hay que pensar en nosotros y en la Tierra a la misma vez, no de forma separada. Modifiquemos todo, pero diferente, hacia el equilibrio. No nos encaprichemos en buscar alternativas complicadas y dudosas. Aprovechemos nuestra amplia biodiversidad. No subestimemos lo que la naturaleza creó para nosotros como paraíso. Tampoco nos dediquemos a buscar soluciones posibles para supuestos problemas imposibles de solucionar, al menos que no sea con las soluciones que hemos creado. Dejemos de retar a las reglas y normas de la naturaleza. Empleemos más su paradigma natural. Comprendamos que la naturaleza puede vivir perfectamente sin nosotros, tal vez hasta mejor. Definitivamente, encontremos los espacios de reflexión conjunta, pero despejados de soberbias presuntuosas y sí llenos de humildad legítima para llegar a soluciones dignas.

1 Fidel Castro Ruz, « Las locuras de nuestra época », Reflexión del Comandante en Jefe, Cuba Debate, 25/04/2010: http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2010/04/25/las-locuras-de-nuestra-epoca/

2 Alexis Rojas: «Carta de Fidel a un periodista de Juventud Rebelde», Juventud Rebelde, 12 de junio de 2008. ( http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2008-06-12/carta-de-fidel-a-periodista-de-juventud-rebelde/ ), citado en Transgénicos ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba. Fernando R. Funes-Monzote y Eduardo F. Freyre Roach (eds.). Publicaciones Acuario - Centro Félix Varela, La Habana 2009: p. 32-33 (de 320 p.)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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