lunes, febrero 15, 2010

Maíz transgénico legal: qué está en juego

Tomado de la revista Biodiversidad, Sustento y Cultura:

Hace años es evidente que, en México, las cámaras de diputados y senadores decidieron abrir un paraguas protector para las grandes empresas y sus cómplices en los centros de investigación mediante legislaciones que extreman la vida de las comunidades indígenas contra quienes estas leyes van dirigidas casi con dedicatoria. Es vital entonces entender que la aprobación de la Ley Monsanto o Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados no sólo santifica la siembra de maíz transgénico sino que impide que alguien, con la ley en la mano, pueda cancelar y prohibir tales siembras).
Se trata de un desmantelamiento general de las herramientas legales con que contaba la población mexicana. Pero el ataque es frontal contra los pueblos campesinos indígenas —justamente quienes podrían, con sus saberes ancestrales y su visión agrícola para cuidar el mundo, abrir el panorama futuro de la alimentación mundial y el cambio climático, por lo menos.
Y no es sólo la ley. Son también sus reglamentos y el enorme paquete normativo que incluye una ley de semillas, tan aberrante que pretende barrer con las semillas nativas por no ser homogéneas, y reducir las restantes a unas cuantas variedades que, certificadas, sean el único equipaje (con costo monetario) para tejer una deslavada biodiversidad del maíz nativo, ese vastísimo bien común de la humanidad.
Así, se busca plantar variedades transgénicas en todas las zonas posibles, porque el intento es que las semillas que se siembren en México sean de laboratorio, sean propiedad de un puñado de compañías, cuenten con catálogos de rasgos fijos (algo imposible), estén asociadas a paquetes tecnológicos de agrotóxicos y respondan con las "ventajas" supuestas que las hagan rentables o utilizables por tales compañías, para fines ajenos a la alimentación. Se sembrarán en tierras acaparadas en renta o venta para iniciar una eufémica etapa experimental que tramaron gobiernos, empresas e inversionistas, mientras los intermediarios cobran por convencer a los agricultores socios de que no les tendieron una trampa.

Mientras tanto, en México la Red en Defensa del Maíz lleva casi diez años trabajando por abajo con comunidades, organizaciones, proyectos e individuos que, desde muchos ámbitos, entienden con claridad que sólo podrá defenderse el maíz si se defiende como cultivo en su conjunto, si se defiende el larguísimo plazo de una visión integral que revindica las semillas ancestrales propias que se guardan y se intercambian por canales de confianza. Y que esto pasa por trabajar defendiendo el territorio y por ende el agua, el bosque, los sistemas propios de gobierno y los saberes locales, con el empeño consciente por sembrar alimentos propios con justicia, respeto y autonomía.

La Red siempre ha estado conectada con los que desde las regiones se empeñan por reflexionar juntos y toman su vida en sus manos y no con quienes buscan un cambio en un párrafo o una ventaja más o menos favorecedora en las leyes. Eso pone a la Red aparte de otras campañas que favorecen el cabildeo pero que no tocan el corazón del problema ni se conectan con los colectivos que piensan y defienden la vida desde diversas regiones del país.

Para la Red es claro que los intentos gubernamentales por sembrar maíz transgénico se sitúan en el norte del país porque ahí, desde la Conquista, el sistema impuesto intentó arrasar con todo lo que le estorbaba, se apoderó de cuanta tierra pudo, y diezmó a todos los núcleos de población. Ahora intentan convencer a ejidatarios y agricultores comerciales sin pasado ancestral de siembras propias que los transgénicos son progreso.

En cambio, en estos diez años, el sur y el centro se han vuelto un bastión de defensa, no sólo del maíz sino de la autonomía indígena que lo hace posible, y aunque se intenten estas siembras industriales habrá un núcleo de resistencia frontal.

En la reciente reunión de la Red en Guadalajara a principios de noviembre, se acordó entonces emprender campañas activas y directas de información en ese norte de México, reivindicar los argumentos y la legitimidad acumulados en diez años y no claudicar en esa actitud de construir un largo plazo por abajo —sin componendas legislativas. Tejer relaciones con la ciudad, pero sin la vieja distinción entre productores y consumidores, haciendo ver a la gente de las ciudades que quienes están en aprietos a mediano plazo son los pobres urbanos que ni tienen tierra ni semillas ni saberes para sembrar y que sufren todas las políticas impuestas por un horrendo sistema alimentario internacional, que va por todo, a costa de todo. Biodiversidad

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