martes, septiembre 25, 2007

La trampa de los agrocombustibles

Laura Carlsen | 24 de septiembre de 2007

Versión original: americas.irc-online.org/am/4535
Traducción por: Gracia Tenorio-Pearl



Programa de las Américas

El desarrollo de los agrocombustibles actualmente ocupa un lugar central en el escenario global. Simplemente durante este año, la cantidad de declaraciones, dólares, y planes de desarrollo invertidos hacia los agrocombustibles, ha sido incomparable en cualquier otro sector. Una idea que se apagó por décadas ha llegado a ser, de repente, el encanto de políticos, grandes negocios, los financieros internacionales y medios de comunicación.

¿Qué son los agrocombustibles?

El concepto de una fuente renovable de combustible ha estado rondando desde que los autos fueron inventados en el siglo XIX. Pero el bajo costo de derivados del petróleo y la actitud de la industria automotriz de "si el mañana nunca llega", relegó al etanol y a otros combustibles biológicos a las líneas de banda por décadas.

Simplificando: los agrocombustibles son combustibles hechos de materia orgánica—productos de plantas o animales. El producto más común es el alcohol, procesado de manera semejante a la destilación hogareña, pero en una escala mucho más grande. El etanol del maíz y la caña de azúcar predominan. El biodiesel está hecho de palma, soya, colza o aceites de otras plantas; y el etanol de celulosa está hecho de fibra rota de céspedes o de casi cualquier otra clase de planta. Estos carburantes son considerados renovables debido a que es posible cosecharlos anualmente—aunque en muchos casos los insumos, tales como agua no contaminada, tierra fértil, y abonos, sean recursos limitados dentro de ciertas regiones.

Los agrocombustibles pueden ser utilizados para sustituir a los combustibles líquidos derivados del petróleo, especialmente para transporte, aunque en la actualidad son responsables de sólo 1.8% del combustible usado para el transporte en los Estados Unidos. A menudo se usan mezclados con gasolina. Los motores ordinarios pueden utilizar un nivel bajo de la combinación de etanol sin la modificación; los motores de combustible por cable operan con una combinación más alta; y algunas tecnologías permiten 100% de uso de etanol o biodiesel.

El término más común para los agrocombustibles es el de "biocombustibles". Sin embargo, la palabra disfraza algunas realidades importantes. "Bio" es un prefijo que significa "vida". De tal forma que "biocombustibles" parecerían implicar combustibles que se originan en procesos biológicos naturales, y son utilizados para suministrar las necesidades sociales normales.

Ninguna de dichas suposiciones es correcta. El uso masivo de la tierra para el mono-cultivo que ha modificado genéticamente la biomasa no es natural ni amistoso con la tierra. Así, el desplazamiento de granjeros y la explotación de jornaleros que producían las cosechas usadas para los agrocombustibles, va en contra de los niveles de vida decentes para los seres humanos. Por la misma razón, la taza de consumo de hidrocarburos en países desarrollados tampoco es el fruto normal de una sociedad sana, sino de un signo de lo que los Hopis llama "koyaanisqatsi"—una vida desequilibrada.

El "equilibrio" es un término subjetivo—y los empresarios insisten en que los ecologistas lo inclinan hacia una versión idealista de la conservación de la naturaleza—pero este desequilibrio puede ser visto estadísticamente, no sólo en el agotamiento de los recursos no renovables y en la destrucción ambiental que causa, sino también en las pautas notablemente sesgadas del uso. El consumo per capita de EEUU de hidrocarburos está por arriba de al menos cinco veces del promedio global.

El término agrocombustibles también nos da una idea de cómo el biodiesel es producido. El prefijo "agro" hace explícito el hecho de que compiten por tierra y recursos, directamente con otros productos agrícolas, especialmente los alimentarios. Como tal, el aumento repentino de la producción de agrocombustible presenta una amenaza a la provisión de alimentos en forma global, a la mitigación del hambre, y a la esperanza de las naciones de alimentar y emplear a sus poblaciones; es decir, su habilidad para lograr la soberanía alimenticia. Pequeñas organizaciones de granjeros alrededor del mundo se han revelado en contra de convertir sus campos de cosecha en producciones de cultivo de agrocombustible.

Este hecho, por sí solo, debería preocuparnos. ¿Desde cuándo una respuesta ecológica al uso de hidrocarburos se ha ganado la aceptación de gobiernos y corporaciones por igual?

Los agrocombustibles han sido recomendados como la solución a los problemas más apremiantes que enfrentan la sociedad estadounidense y el planeta. Sus promotores alegan que reducen las emisiones de gas invernadero, evitan el fin del ciclo de crecimiento industrial basado en hidrocarburos, son sustentables y renovables, que aumentan la seguridad en energía, y que ayudan a los granjeros.

Pero una mirada más de cerca revela que en muchos sentidos, este futuro mejor previsto por los promotores de agrocombustibles, se parece más bien a lo peor del pasado.

Promoción del agrocombustible

Los científicos y ecologistas todavía sostienen intensos debates con respecto a los pros y contras de los agrocombustibles. Los estudios se contradicen a sí mismos en cuanto a si es que la generación de energía neta es positiva o negativa, o si las emisiones de gas de invernadero y la contaminación se incrementan o disminuyen, y cómo los costos y la eficiencia de energía se pueden solucionar. Sin embargo, el consenso político ha sido veloz y poderoso. En pocos años, la alianza de las fuerzas más poderosas, tanto económicas como políticas, ha surgido para promover al "biodiesel".

¿Quién está detrás del auge del "biodiesel" y por qué?

En su discurso sobre el Estado de la Nación, el Presidente George W. Bush reveló la meta de sustituir el 20% de la gasolina con agrocombustibles dentro de diez años. La Unión Europea se ha impuesto un objetivo similar. En su junta más reciente, los G-8 aprobaron con entusiasmo esfuerzos considerables para desarrollar el uso del agrocombustible y las instituciones financieras internacionales han creado carteras de préstamos multimillonarios para ese fin. La Comisión de Etanol Interamericana es presidida por Jeb Bush, el anterior Ministro de Agricultura de Brasil, el líder de agronegocios Roberto Rodrígues, y Luis Moreno, presidente del Banco de Desarrollo Interamericano.

El sector corporativo es de igual forma, si no es que más, entusiasta. Cuatro sectores altamente globalizados se unen en el desarrollo de la investigación, inversión y producción del agrocombustible: las industrias del agronegocio, el petróleo, la automotriz, y de la biotecnología.

Desde principios de la producción del agrocombustible, las compañías que hacían agronegocios, incluyendo a ADM, Cargill, Bunge y Dreyfus se han sumado a dicho movimiento también. Con subsidios del gobierno circulando libremente y con utilidades enormes generadas alrededor del planeta, los agrocombustibles son más atractivos ahora que nunca. En el 2005 representaron un mercado de US$15.7 mil millones de dólares estadounidenses, con un 15% de crecimiento en comparación al año anterior. ADM, una de las principales refinerías, produjo mil millones de galones de etanol en el 2006, y planea incrementar su capacidad por 550 millones de galones en los próximos dos años. Cargill posee un creciente número de refinerías de etanol y contrata o es dueño de plantaciones de cañas de azúcar en Brasil.

Las empresas petroleras consideran que los agrocombustibles pueden prolongar su vida y diversificar sus negocios. Los agrocombustibles no necesariamente requieren cambios en los patrones de consumo o en la reestructuración de la economía basada en los combustibles fósiles. Al incorporar un 5-10% componente de etanol o biodiesel en la gasolina común, el uso de los combustibles fósiles pueden ser alargados por varias generaciones.

De igual manera, la industria automotriz puede mantener o incluso aumentar las ventas ya que la gente está obligada a adquirir nuevos vehículos adaptados al uso de etanol. Todo esto se puede hacer mientras se entierran los argumentos de aquellos quienes exigen el máximo tabú en un sistema capitalista—una reducción al consumo.

La última de las cuatro, la industria de la biotecnología, pudiera parecer menos beneficiaria, pero tiene posibilidades de obtener tremendas ganancias al mismo tiempo que enfrenta una creciente oposición. El alcanzar las metas de producción del agrocombustible requiere convertir cultivos para el uso del combustible, incrementando cosechas y reduciendo costos. Los cultivos genéticamente modificados (GM) ofrecen una ruta hacia las ganancias a corto plazo en los dos últimos puntos. Las variedades GM de maíz y caña de azúcar específicamente adaptadas para la producción de etanol ya se encuentran usadas extensamente. De hecho, debido a que el 90% del etanol estadounidense viene del maíz y la mayor parte de los cultivos de maíz de Estados Unidos se modifican genéticamente, el etanol se ha ganado el apodo "Monsanto Moonshine"—por la corporación Monsanto, siendo la principal en el maíz GM. La investigación se enfoca en genes de plantas de ingeniería para obtener cosechas incluso más altas y rasgos que faciliten su proceso. Lo más probable es que este nuevo producto no sea apto para el consumo humano.

Con promotores como estos, un hecho es absolutamente obvio: la revolución del agrocombustible es todo menos revolucionaria. La transición del uso del agrocombustible ejemplifica la reforma de un sistema para perpetuarlo.

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