martes, septiembre 18, 2007

PUERTO RICO: CONTINÚAN LOS DISPARATES SOBRE LA BIOTECNOLOGÍA

Carmelo Ruiz Marrero
Director, Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico
9 de agosto de 2007

¡Y dale con el tema de los transgénicos! Desde la publicación de mi libro Balada Transgénica en 2005 he publicado varios artículos y ensayos dándole seguimiento al tema, especialmente su efecto sobre la salud humana. Sigo machacando el tema por dos razones. Primero, en Puerto Rico los portavoces de la industria de la biotecnología no paran de decir disparates y usar argumentos insensatos y sin fundamento en su defensa de los transgénicos. Segundo, todos los años surge nueva información preocupante acerca de los riesgos de esta tecnología, información que por misteriosas razones no llega a la prensa del país.

Esta vez me veo motivado a responder a un artículo sobre transgénicos de Aurora Rivera Arguinzoni publicado en El Nuevo Día el pasado lunes 4 de junio, titulado “Ojo a lo Alterado”. Agradezco que la redactora me haya entrevistado como director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico y así dado la oportunidad de desmentir la desinformación de la industria. Pero tanto Rivera Arguinzoni como los otros entrevistados hicieron afirmaciones controvertibles a las que hay que contestar.

Tras afirmar que llevamos “décadas” consumiendo alimentos transgénicos, dice la redactora lo siguiente: “La comunidad científica asegura que los transgénicos son seguros y que su efecto a la salud y el ambiente ha sido seguido tan de cerca como los procesos de producción. Sin embargo, a la hora de mencionar estudios específicos los datos son inciertos y se amparan en el argumento de que se han consumido por décadas y “nada ha pasado”.”

En entrevista para el artículo la agrónomo Lucy Cruz, gerente de investigación de Monsanto Caribe, dice lo siguiente: “Hasta el momento no se ha encontrado que estos cultivos causen daño a la salud. Yo no te voy a decir que no pueda ocurrir porque en la vida ocurren tantas cosas”. Cruz también preside la Asociación de Investigación de Semillas de Puerto Rico, que representa las principales compañías semilleras, que en años recientes han pasado a ser subsidiarias de los gigantes corporativos de la biotecnología agrícola, como Monsanto, Dupont y Dow Agroscience.

Cruz expresó a El Nuevo Día que no está preocupada porque los transgénicos son rigurosamente regulados por tres agencias federales: la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), el Departamento de Agricultura (USDA), la Agencia de Protección Ambiental (EPA), y a nivel local por el Departamento de Agricultura de Puerto Rico.

Dice ella: “Hay científicos que por su cuenta realizan estudios y hacen sus análisis y hasta el momento no se ha encontrado nada que diga que estas plantas puedan afectar nuestra salud... No creo que la gente deba sentir miedo de consumirlos o que están siendo engañados o algo así porque realmente hasta el momento no se ha encontrado ni que causen daños al ambiente ni al alimento que llega a tu mesa”.

En el artículo en cuestión no podían faltar las palabras de John Fernández Van Cleve, decano del Colegio de Ciencias Agrícolas en el Recinto de Mayagez de la Universidad de Puerto Rico y defensor incondicional y acrítico de todo lo que sea biotecnología. El muy confiado y despreocupado declaró, con su usual condescendencia: “Entiendo que hay una serie de mitos que la gente no entiende (sobre el cultivo transgénico), y lo descarta inmediatamente... Hay gente que le coge miedo a esta tecnología”.

La redactora también entrevista a Glorisel Negrón, catedrática asociada del Servicio de Extensión Agrícola, quien constantemente visita comunidades y escuelas para “educar”. En sus presentaciones ella sostiene que desde siempre se han consumido alimentos modificados genéticamente mediante la selección de los mejores frutos y las mejores semillas.

Comencemos la contestación. En primer lugar, no llevamos décadas consumiendo alimentos transgénicos. En Estados Unidos la gestión gubernamental para la aprobación de estos productos comenzó en la administración de George Bush, padre (1989-1993), y no fue sino hasta 1992 que la FDA otorgó su autorización a éstos. Estos trámites de aprobación fueron finalizados en los primeros dos años de la administración Clinton (1993-1995) y fue en la segunda mitad de 1996 que los consumidores de Estados Unidos (y por ende los de Puerto Rico también) comenzaron a ingerir transgénicos en cantidades apreciables- principalmente en la forma de soya y maíz, o de carne, lácteos y huevos de animales de finca alimentados con soya y maíz transgénicos. Quien le haya dicho a la redactora que llevamos décadas consumiendo transgénicos simplemente carece de conocimientos básicos de biología y probablemente no entiende la definición de transgénico.

Negrón, de Extensión Agrícola, nos sale con la gran mentirilla trillada de que la ingeniería genética es sólo una continuación de las actividades de selección y mejoramiento de plantas y animales practicadas desde hace miles de años. En realidad la ingeniería genética no guarda relación alguna con la crianza y selección practicados por agricultores, agrónomos fitomejoradores y pastores por milenios. Lo que hacen ellos para desarrollar variedades y razas de plantas o animales o mejorar las ya existentes es combinar genes de una misma especie. Por ejemplo, el polen de maíz sólo puede fertilizar maíz, y un animal- de finca o silvestre- sólo se apareará con uno de su propia especie. Con cierta frecuencia me encuentro a algún defensor de los transgénicos que señala a la chironja y la mula como ejemplos de que material genético sí puede cruzar las barreras de especie sin ingeniería genética. Yo contesto que ambos organismos son producto de progenitores genéticamente tan cercanos entre sí que realmente no se parecen en nada a los cruces creados mediante ingeniería genética, en la que rutinariamente se insertan genes de animal a genomas vegetales y viceversa.

Algunos de mis detractores- en especial una profesora ponceña de temperamento fogoso- señalan que transferencias genéticas entre especies diferentes se dan con regularidad en la naturaleza y citan ejemplos como la transferencia horizontal de genes practicada por viruses y otros microorganismos. Sin embargo, no se debe inferir que la ingeniería genética tiene alguna equivalencia con estos cruces naturales. Ni mucho menos se debe usar eso como argumento para decir que los productos transgénicos son sanos y seguros. Eso es como decir que los pesticidas que fabrican las corporaciones agroquímicas son seguros porque en la naturaleza hay plantas y microorganismos que producen toxinas.

Cito al biólogo David Schubert, quien sostiene que los argumentos en pro de los transgénicos “no solamente son científicamente incorrectos sino también excepcionalmente engañosos... La industria de la biotecnología abusa del lenguaje para redefinir términos científicos y así hacer que el proceso (de ingeniería genética) suene similar a la crianza convencional de plantas.” (Citado en Smith)

Según el zoólogo inglés Colin Tudge, “la ingeniería genética, aún en lo más simple, implica la introducción ad hoc de genes exóticos al genoma de organismos establecidos; y eso, en principio sugiere inmediatamente una jerarquía de posibles problemas. El más obvio, que el gen recién introducido podría descalabrar el genoma anfitrión en modos indeseables y bastante impredecibles.” (Citado en McDonagh)

Nos dicen los defensores de los transgénicos que la FDA vela por nosotros- la agencia nos asegura que no hay problema alguno con estos productos de la biotecnología. La FDA "certificó" la inocuidad de los transgénicos en 1992 y la industria después de eso consideró el asunto cerrado.

Pero hoy sabemos que el consenso arrollador entre los expertos de la agencia era todo lo contrario. Sostenían que los transgénicos sí son distintos de los alimentos normales, que presentan riesgos novedosos a la salud humana, y repetidas veces advirtieron a sus superiores que puede haber riesgos impredecibles y difíciles de detectar. Pero la alta cúpula de la FDA, altamente politizada, les pasó el rolo por encima y declaró falsamente que sus científicos no habían encontrado nada malo. Todo esto lo sabemos gracias a una demanda ciudadana que obligó la agencia a desclasificar 44 mil páginas de documentos internos relacionados con este asunto. Esta información le pueden ver en la página web de la Alliance for Bio-Integrity ( www.biointegrity.org).

Los documentos desclasificados son ilustrativos e interesantísimos. En uno de ellos, fechado 6 de marzo de 1992, el microbiólogo Louis Pribyl dice que “los efectos involuntarios no pueden ser despachados tan fácilmente, simplemente implicando que éstos también ocurren en la crianza convencional. Hay una profunda diferencia entre los tipos de efectos inesperados de la crianza convencional y los de la ingeniería genética.” Por su parte, la oficial de cumplimiento Linda Kahl advirtió en un memorando fechado 8 de enero de 1992 que al “tratar de forzar una conclusión final de que no hay diferencia entre alimentos modificados por ingeniería genética y alimentos modificados mediante prácticas de crianza tradicional (la agencia está tratando de) meter una ficha cuadrada en un hoyo redondo... Los procesos de ingenería genética y crianza tradicional son diferentes y de acuerdo a los expertos técnicos de la agencia, llevan a riesgos diferentes.”

Estos documentos también demuestran que la Casa Blanca había ordenado a la FDA a favorecer a los transgénicos. Es por esto que pusieron un ex-abogado de Monsanto, el licenciado Michael Taylor, en la FDA, para asegurarse de que las directrices de la administración Bush I en torno a los transgénicos fueran cumplidas al pie de la letra. Después Taylor volvió al sector privado y acabó como vicepresidente de Monsanto.

Como resultado de esta tramoya de corrupción, el consultar con la FDA es un proceso completamente voluntario para las compañías de biotecnología. Según Smith, “la agencia recibe sumarios sin datos y conclusiones sin fundamento. Si la compañía alega que sus alimentos son seguros, la FDA no tiene preguntas de seguimiento. Por lo tanto, variedades GM (genéticamente modificadas) que nunca han sido alimentadas a animales en estudios de seguridad rigurosos y probablemente nunca antes alimentados a humanos, son aprobados para venta en los supermercados.”

En 2003 los investigadores I.F. Pryme y R. Lembcke se pusieron a buscar qué estudios hechos con animales de laboratorio existen en la literatura científica que tengan relevancia a la inocuidad los transgénicos. ¡Encontraron solamente diez! Cinco de ellos, que fueron realizados en colaboración con compañías de biotecnología, no encontraron efectos adversos. Por otra parte, tres de los estudios, que fueron independientes y sin financiamiento de corporaciones, sí encontraron efectos adversos. Es notable que los efectos adversos en los animales no surgieron a largo plazo sino en cuestión de diez a catorce días. Este estudio, que fue publicado por la revista Nutrition and Health, y muchos otros a este efecto aparecen en el nuevo libro "Genetic Roulette: The Documented Health Risks of Genetically Engineered Foods" de Jeffrey Smith.

Ustedes los lectores, relean las expresiones de Cruz, Fernández Van Cleve y Negrón a la luz de la información que les he brindado. Consideren esta información la próxima vez que venga alguien a donde ustedes a decirles que no existe evidencia de que los transgénicos sean riesgosos. Nosotros en el Proyecto de Bioseguridad continuaremos con nuestra labor educativa, desmintiendo los disparates de la industria de la biotecnología (repetidos acríticamente hasta por algunos académicos progresistas que dicen estar en contra de Monsanto y del neoliberalismo) y presentando alternativas agroecológicas y de efectividad demostrada.


REFERENCIAS:

McDonagh, Sean, SSC, MA, Ph.D. “A criticism of the World Bank document on Biotechnology and Biodiversity”. http://www.columban.com/criticism_wb.html

Smith, Jeffrey. Genetic Roulette: The Documented Health Risks of Genetically Engineered Foods. Yes! Books, 2007.


PARA MAS INFORMACIÓN:

Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico. http://bioseguridad.blogspot.com/

Ruiz Marrero, Carmelo. Balada Transgénica: Biotecnología, Globalización y el Choque de Paradigmas. Proyecto de Bioseguridad, 2005.

Ruiz Marrero, Carmelo. "Puerto Rico: Biotecnología y la Economía del Conocimiento". Biodiversidad, Sustento y Culturas, julio de 2007. http://www.grain.org/biodiversidad/?id=363

Etiquetas: ,