Mitos biocombustibles
Mitos biocombustibles
Según el investigador Miguel Ángel Llana (Rebelión, 27 de marzo) hay cuatro cuestiones claves para evaluar el mito de los agrobiocombustibles: la extensión de tierra con que el mundo cuenta, el tipo de cultivos que se emprenden, el rendimiento de los mismos y la descompensación de la biomasa.
El planeta tiene una superficie terrestre de 13 041 millones de hectáreas, de las cuales 3 869 son bosque, 4 155 no son cultivables y 5 017 son agrícolas. Según datos de fao (2001), de la superficie agrícola 30.5% (1 530 millones de hectáreas) son de cultivo y 69.5% son pastos. Es decir, la superficie agrícola es de 0.77 hectáreas por persona y la cultivable solo de 0.24 ha/persona. “Esto es lo que tenemos a la baja pues en los últimos 15 años la cubierta forestal ha disminuido un tres por ciento y la destinada a cultivos y pastos también está en retroceso por la creciente desertización”, dice Llana.
“El consumo primario mundial de energía de gas natural y petróleo es de 5 881 t/año que hemos de comparar con las 5 017 hectáreas agrícolas disponibles para cultivos y pastos de donde se pretende sacar ahora parte de la energía. Como una hectárea produce una tonelada bruta de bioetanol o biodiésel, con un rendimiento neto que, en el mejor de los casos, no supera el 30%, es decir 0.3 t/ha haciendo una estimación muy generosa, para sustituir el consumo de petróleo y gas necesitaríamos casi cuatro veces (3.91) la superficie mundial dedicada a cultivos y pastos, aunque la mayoría de los suelos no podrían utilizarse por ser inadecuados o de mala calidad”.
Y continúa: “Si quisiéramos sustituir sólo 5% del consumo de petróleo y gas, necesitaríamos sacrificar el 20% de la superficie agrícola total de cultivos y pastos, pero si nos referimos sólo a la superficie de cultivos, este 5% requeriría disponer del 64% de las 1 530 ha de tierra cultivable en el mundo”.
Estas cuentas se agravan al meter en la ecuación otros factores; dice Llana: “El modelo agrícola también está basado en elevados consumos de energía: mecanización, abonos, pesticidas, arado, siembra, riego, recolección, transporte y el resto de actividades están basadas en el gasto de energía, principalmente petróleo y gas. Este modelo, cuestionado hace tiempo por su bajo o negativo rendimiento energético en cultivos tanto intensivos como extensivos, se mantiene gracias a un desproporcionado y creciente consumo de energía que la naturaleza después no puede compensar. La sobreexplotación de los suelos hace disminuir los nutrientes, aumenta el consumo de agua y altera el ecosistema, traduciéndose todo en menores rendimientos y requiriendo mayor aportación de recursos que siempre provienen de más y más energía como abonos, pesticidas, bombeo de agua, etcétera”.
Además, Llana no deja de señalar que “el rendimiento energético de los cultivos destinados a los biocombustibles es muy bajo o negativo, en relación con la aportación energética necesaria para su obtención. Para obtener una caloría hemos de aportar como mínimo 0.7 calorías y a medida que el cultivo se hace más intensivo, más de una caloría.
“Aunque este rendimiento energético sea negativo no implica que no sea un buen negocio para otros, cuando se juega con costos sociales que no se imputan en los costos que afectan al rendimiento, como la degradación de las tierras, del ecosistema, expropiaciones, créditos blandos, subvenciones, ventajas fiscales, etcétera.”
Por si fuera poco, “la obtención de energía a partir de la tala de bosques o el aprovechamiento de residuos agrícolas o forestales, produce un efecto de desnutrición y de erosión de los suelos haciéndolos improductivos y favoreciendo la desertización” pues dado que “los suelos se fertilizan con el reciclaje de sus propios residuos”, sobreexplotar la masa forestal o los residuos agrícolas que actúan como nutrientes, “contribuye a agravar más la situación, no a solucionarla”.
Las conclusiones de Llana son contundentes: “Los biocombustibles no son una energía alternativa. El rendimiento energético de la agricultura industrializada está cuestionado y es negativo —si no lo es ya en el inicio, en cuanto se agotan las ventajas iniciales del suelo virgen rico en nutrientes. El empleo generalizado de transgénicos lo complica todavía más. Los cultivos realizados hasta ahora ocupan extensas áreas empobreciendo y excluyendo a la población al actuar en detrimento de su agricultura secular, lo que provoca desplazamientos masivos y enormes problemas sociales”.
“La agresión a la biomasa para obtener biocombustibles es mucho más grave que el cambio climático. Si se desposee a la gente de suelos para cultivo de alimentos para producir agrocombustibles, la depauperización será generalizada y extrema sin resolver tampoco los problemas energéticos.”
Etiquetas: Agrocombustibles
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