Advertencia a Venezuela
INFORME DEL GRR - GRUPO DE REFLEXIÓN RURAL, SOBRE LOS INTERCAMBIOS CON LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, MAR DEL PLATA Y EL ALCA, EL ROL DE LA SOJA Y DE LA BIOTECNOLOGIA EN LA DEPENDENCIA DE LA AMERICA LATINA
El GRR Grupo de Reflexión Rural, constituye en la Argentina un espacio de pensamiento y de activismo contra los impactos del Capitalismo global y a favor de la reconstrucción del Estado y de la Comunidad organizada. Desde perspectivas ecológicas y desde mediados de los años noventa, el GRR se manifiesta crítico del Modelo Agrario Biotecnológico, modelo basado en la exportación de forrajes tales como sojas y maíces transgénicos.
Manteniendo su rigor en los debates, en la militancia de investigación y en el disenso, el GRR se ha ido transformando en un grupo político que propone nuevas formas del empoderamiento y de la construcción del poder popular.
El GRR ha adoptado el rol de dinamizador de redes y de espacios de gestión, como respuestas a la prolongada catástrofe social que vivimos desde fines de los años 90 y cuyos antecedentes se remontan a la Dictadura militar, las consecuencias del Terrorismo de Estado y la Deuda Externa que obliga a un modelo agroexportador para procurar divisas.
Desde que se comenzó a difundir la propuesta del ALCA, nos pronunciamos contra ella, y en eso, al menos en la Argentina fuimos precursores. Pero a diferencia del común de las organizaciones de izquierda, denunciamos que el modelo de la Soja ya era el ALCA en la agricultura con sus gravísimos impactos económicos y sociales. En ese sentido el ALCA no era una amenaza tal como se la solía visualizar, sino que esta amenaza estaba ya instalada en la Argentina en la realidad y que era preciso tomar conciencia y denunciar la pérdida de Segurirdad Alimentaria manifestada en el hambre de nuestro pueblo, como resultado de la aplicación y desarrollo del modelo de Republiqueta Sojera.
Lamentablemente no fuimos suficientemente escuchados. Muchos dirigentes no han reflexionado lo bastante sobre el rol de los modelos neocoloniales impuestos a nuestros países por la globalización, así como sobre las consecuencias del grave error de concebir como neutras a la ciencia y a las tecnologías. Aún más todavía, a partir de la llegada de Lula al Gobierno del Brasil, y luego de Kirchner al de la Argentina, y conociendo la valiente postura del Gobierno de Venezuela, expresamos reiteradamente que el ALCA en la agricultura se estaba manifestando en el avance implacable de los monocultivos y la extensión de las semillas transgénicas en el continente y que por ello se hacía preciso colocar las mayores energías en detener este proceso.
No obstante ello y a los enormes esfuerzos realizados por los movimientos sociales en estos últimos años contra el ALCA en la Argentina, movimientos que evitaron cuidadosamente pronunciarse sobre el despoblamiento del campo, la sojización de la agricultura y la creciente dependencia del país a las grandes corporaciones transnacionales de la Biotecnología, estuvimos en Mar del Plata contra Bush y contra el ALCA.
Empeñamos en ello todas nuestras fuerzas, haciendo talleres y respaldando la postura de los presidentes del MERCOSUR y de la República Bolivariana de Venezuela. En el Polideportivo de Mar del Plata, y mientras hablaba el presidente Chávez nuestras compañeras desplegaron una enorme pancarta que decía CON SOJA NO HAY ALBA. De esa manera pretendimos recordar y poner en debate un tema frente al que encontramos demasiadas resistencias, así como confusión e ignorancia. Somos concientes de los impactos causados por la Soja RR argentina en el Estado de Río Grande Do Sul y de cómo ella, la llamada "soja Maradona" (simplemente por provenir de Argentina), condicionó la política del Presidente Lula. Somos concientes de cómo la soja argentina penetra actualmente en el Paraguay y provoca estragos entre las comunidades campesinas, y también de cómo penetra en la zona boliviana de Santa Cruz de la Sierra, alentando los movimientos separatistas.
CON SOJA NO HAY ALBA significa por lo tanto proponerse un modelo diferente al de la globalización, un modelo que para nosotros es el de la Soberanía Alimentaria con Justicia Social, el de los desarrollos locales y el de trabajar en común con los países hermanos de la América Latina.
Festejamos el triunfo de las posiciones contrarias al ALCA y también, y muy especialmente, que por primera vez un puñado de presidentes de nuestros países mostrara un camino de acuerdos y de posturas comunes frente a la prepotencia del Imperio. Este hecho nos parece trascendente, no importa que no compartamos la postura de algunos países de reclamar a los EEUU que bajen los subsidios, como si fuéramos nosotros quienes quisiésemos jugar a fondo con los libres mercados y descubriéramos nosotros que ellos son los que hacen trampas a las propias propuestas. El resultado de la cumbre va más allá de esas cuestiones conyunturales para fundar nuevos caminos y fortalecer los intercambios entre nosotros.
No obstante lo anterior, no podemos dejar de señalar los riesgos de ciertos acuerdos comerciales entre la República Bolivariana y la República Argentina. Nuestro país dispone de enormes reservas petroleras, y siempre tuvo abundante gas oil propio y subsidiado para las actividades rurales.
Si hoy no lo tenemos y precisamos de la ayuda venezolana, es porque hemos convertido graciosamente a España en una potencia petrolera y porque nos hemos transformado gracias a REPSOL YPF en exportadores de petróleo crudo.
La ayuda venezolana no nos ayuda, todo lo contrario, posibilita mantener esa ecuación neocolonial en que entramos en los años noventa y que el actual Gobierno del Presidente Kirchner mantiene sin mayores modificaciones.
A ese gasoil venezolano lo pagamos con maquinaria agrícola y crecientes acuerdos de cooperación tecnológica para el agro. También ello nos preocupa y mucho. El INTA, el instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que interviene en las negociaciones, fue formado luego del golpe que derrocó al Gobierno Constitucional de Perón en 1955 para incorporar en la Argentina la llamada Revolución Verde que modificó las pautas de la agricultura tradicional con agrotóxicos, semillas híbridas y maquinaria pesada.
Desde aquellos años, a finales de los 50, el INTA se ha ocupado de "modernizar" nuestra agricultura. Ello quiere decir: industrializarla, hacerla de mayor escala, y en los últimos tiempos, abrir puertas para que de la mano de las transnacionales la Argentina entre en la llamada Revolución Biotecnológica, semillas GM (Genéticamente Modificadas) con creciente dependencia de insumos, aumento en el uso de venenos, mayor concentración de la tierra e incorporación de tecnologías de última generación tal como el GPS o sistemas de agricultura satelital.
Las tecnologías no son neutras. Pensar que su signo o sus valores de uso dependían de quienes las manejaban condujo en forma reiterada a la humanidad y a la lucha de los pueblos a enormes fracasos. Y si algo hemos aprendido es a evitar caer en la fascinación que en forma de espejitos o cuentas de colores, costó alguna vez la libertad de los primeros americanos.
Nosotros estamos persuadidos que las tecnologías que la Argentina lleve a la República Bolivariana, a través del INTA y de los personeros de los agronegocios (AAPRESID, Los Grobo, etc.), son elementos que terminen favoreciendo y empoderando a los sectores más reaccionarios y antagónicos con la Revolución Agraria en curso de su escala actual de producción local y campesina.
Estamos seguros que Venezuela es hoy uno de los lugares claves donde se decide el porvenir de nuestra Patria Grande y por ello mismo, donde las tensiones entre lo viejo y lo nuevo, entre los paradigmas obsoletos y las nuevas miradas sobre el mundo global, encuentran las tensiones que son propias de todo gran alumbramiento. Todos los pueblos de nuestro continente miran con expectativas los caminos que en Venezuela se deciden y esas miradas y esas expectativas nos comprometen mutuamente. Nosotros pensamos que los monocultivos de Soja atentan contra los pueblos aborígenes y campesinos, que han provocado el despoblamiento del campo y han convertido las ciudades en megalópolis inmanejables. La Soja no es un alimento humano, es un forraje para las especies animales de consumo y de compañía.
Reencontrarnos y asumirnos como Pueblos, significa fundamentalmente pararnos en nuestra propia Cultura y ello implica arraigo en la tierra, reasumir como nuestras las propias semillas de variedades y reconocer nuestros patrimonios culturales, entre ellos y principalmente, el patrimonio alimentario.
Gustavo Grobocopatel, es el más grande sojero de la Argentina, hombre muy cercano al Gobierno y que en su representación, organizó recientemente en Venezuela la Expo Barinas de maquinaria agrícola argentina. Hace pocos días, en una discusión pública que tuviéramos como GRR en la ciudad de Carlos Casares, de la que es oriundo y además, su dueño virtual, proclamó ante nosotros con soberbia y desafío que "la Soja es Bolivariana". No sólo no lo creemos, sino todo lo contrario, pensamos que hoy la Soja es el instrumento para provocar el desarrollo de un modelo neocolonial de dependencia a las necesidades de la Bioindustria en los países centrales.
Pensamos que el rol indiscutible de la agricultura es el de producir alimentos sanos, nutritivos y en cantidad suficiente para el consumo interno en primera instancia y en especial entre masas de población hambreada y desnutrida. Pensamos que producir forrajes o biocombustibles para los países ricos, reproduciendo así el modelo neo-colonial, resulta obsceno.
Sin embargo, que una persona como Grobocopatel proclame sus vínculos con la Revolución Bolivariana es motivo suficiente para que nos preocupemos y para que decidamos elevar nuestra voz en defensa de Venezuela y de su pueblo, y de nuestro futuro común hacia la conformación de la Patria Grande indisolublemente ligado a la suerte de la Revolución Bolivariana que encarna el Presidente Chávez.
Manteniendo su rigor en los debates, en la militancia de investigación y en el disenso, el GRR se ha ido transformando en un grupo político que propone nuevas formas del empoderamiento y de la construcción del poder popular.
El GRR ha adoptado el rol de dinamizador de redes y de espacios de gestión, como respuestas a la prolongada catástrofe social que vivimos desde fines de los años 90 y cuyos antecedentes se remontan a la Dictadura militar, las consecuencias del Terrorismo de Estado y la Deuda Externa que obliga a un modelo agroexportador para procurar divisas.
Desde que se comenzó a difundir la propuesta del ALCA, nos pronunciamos contra ella, y en eso, al menos en la Argentina fuimos precursores. Pero a diferencia del común de las organizaciones de izquierda, denunciamos que el modelo de la Soja ya era el ALCA en la agricultura con sus gravísimos impactos económicos y sociales. En ese sentido el ALCA no era una amenaza tal como se la solía visualizar, sino que esta amenaza estaba ya instalada en la Argentina en la realidad y que era preciso tomar conciencia y denunciar la pérdida de Segurirdad Alimentaria manifestada en el hambre de nuestro pueblo, como resultado de la aplicación y desarrollo del modelo de Republiqueta Sojera.
Lamentablemente no fuimos suficientemente escuchados. Muchos dirigentes no han reflexionado lo bastante sobre el rol de los modelos neocoloniales impuestos a nuestros países por la globalización, así como sobre las consecuencias del grave error de concebir como neutras a la ciencia y a las tecnologías. Aún más todavía, a partir de la llegada de Lula al Gobierno del Brasil, y luego de Kirchner al de la Argentina, y conociendo la valiente postura del Gobierno de Venezuela, expresamos reiteradamente que el ALCA en la agricultura se estaba manifestando en el avance implacable de los monocultivos y la extensión de las semillas transgénicas en el continente y que por ello se hacía preciso colocar las mayores energías en detener este proceso.
No obstante ello y a los enormes esfuerzos realizados por los movimientos sociales en estos últimos años contra el ALCA en la Argentina, movimientos que evitaron cuidadosamente pronunciarse sobre el despoblamiento del campo, la sojización de la agricultura y la creciente dependencia del país a las grandes corporaciones transnacionales de la Biotecnología, estuvimos en Mar del Plata contra Bush y contra el ALCA.
Empeñamos en ello todas nuestras fuerzas, haciendo talleres y respaldando la postura de los presidentes del MERCOSUR y de la República Bolivariana de Venezuela. En el Polideportivo de Mar del Plata, y mientras hablaba el presidente Chávez nuestras compañeras desplegaron una enorme pancarta que decía CON SOJA NO HAY ALBA. De esa manera pretendimos recordar y poner en debate un tema frente al que encontramos demasiadas resistencias, así como confusión e ignorancia. Somos concientes de los impactos causados por la Soja RR argentina en el Estado de Río Grande Do Sul y de cómo ella, la llamada "soja Maradona" (simplemente por provenir de Argentina), condicionó la política del Presidente Lula. Somos concientes de cómo la soja argentina penetra actualmente en el Paraguay y provoca estragos entre las comunidades campesinas, y también de cómo penetra en la zona boliviana de Santa Cruz de la Sierra, alentando los movimientos separatistas.
CON SOJA NO HAY ALBA significa por lo tanto proponerse un modelo diferente al de la globalización, un modelo que para nosotros es el de la Soberanía Alimentaria con Justicia Social, el de los desarrollos locales y el de trabajar en común con los países hermanos de la América Latina.
Festejamos el triunfo de las posiciones contrarias al ALCA y también, y muy especialmente, que por primera vez un puñado de presidentes de nuestros países mostrara un camino de acuerdos y de posturas comunes frente a la prepotencia del Imperio. Este hecho nos parece trascendente, no importa que no compartamos la postura de algunos países de reclamar a los EEUU que bajen los subsidios, como si fuéramos nosotros quienes quisiésemos jugar a fondo con los libres mercados y descubriéramos nosotros que ellos son los que hacen trampas a las propias propuestas. El resultado de la cumbre va más allá de esas cuestiones conyunturales para fundar nuevos caminos y fortalecer los intercambios entre nosotros.
No obstante lo anterior, no podemos dejar de señalar los riesgos de ciertos acuerdos comerciales entre la República Bolivariana y la República Argentina. Nuestro país dispone de enormes reservas petroleras, y siempre tuvo abundante gas oil propio y subsidiado para las actividades rurales.
Si hoy no lo tenemos y precisamos de la ayuda venezolana, es porque hemos convertido graciosamente a España en una potencia petrolera y porque nos hemos transformado gracias a REPSOL YPF en exportadores de petróleo crudo.
La ayuda venezolana no nos ayuda, todo lo contrario, posibilita mantener esa ecuación neocolonial en que entramos en los años noventa y que el actual Gobierno del Presidente Kirchner mantiene sin mayores modificaciones.
A ese gasoil venezolano lo pagamos con maquinaria agrícola y crecientes acuerdos de cooperación tecnológica para el agro. También ello nos preocupa y mucho. El INTA, el instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que interviene en las negociaciones, fue formado luego del golpe que derrocó al Gobierno Constitucional de Perón en 1955 para incorporar en la Argentina la llamada Revolución Verde que modificó las pautas de la agricultura tradicional con agrotóxicos, semillas híbridas y maquinaria pesada.
Desde aquellos años, a finales de los 50, el INTA se ha ocupado de "modernizar" nuestra agricultura. Ello quiere decir: industrializarla, hacerla de mayor escala, y en los últimos tiempos, abrir puertas para que de la mano de las transnacionales la Argentina entre en la llamada Revolución Biotecnológica, semillas GM (Genéticamente Modificadas) con creciente dependencia de insumos, aumento en el uso de venenos, mayor concentración de la tierra e incorporación de tecnologías de última generación tal como el GPS o sistemas de agricultura satelital.
Las tecnologías no son neutras. Pensar que su signo o sus valores de uso dependían de quienes las manejaban condujo en forma reiterada a la humanidad y a la lucha de los pueblos a enormes fracasos. Y si algo hemos aprendido es a evitar caer en la fascinación que en forma de espejitos o cuentas de colores, costó alguna vez la libertad de los primeros americanos.
Nosotros estamos persuadidos que las tecnologías que la Argentina lleve a la República Bolivariana, a través del INTA y de los personeros de los agronegocios (AAPRESID, Los Grobo, etc.), son elementos que terminen favoreciendo y empoderando a los sectores más reaccionarios y antagónicos con la Revolución Agraria en curso de su escala actual de producción local y campesina.
Estamos seguros que Venezuela es hoy uno de los lugares claves donde se decide el porvenir de nuestra Patria Grande y por ello mismo, donde las tensiones entre lo viejo y lo nuevo, entre los paradigmas obsoletos y las nuevas miradas sobre el mundo global, encuentran las tensiones que son propias de todo gran alumbramiento. Todos los pueblos de nuestro continente miran con expectativas los caminos que en Venezuela se deciden y esas miradas y esas expectativas nos comprometen mutuamente. Nosotros pensamos que los monocultivos de Soja atentan contra los pueblos aborígenes y campesinos, que han provocado el despoblamiento del campo y han convertido las ciudades en megalópolis inmanejables. La Soja no es un alimento humano, es un forraje para las especies animales de consumo y de compañía.
Reencontrarnos y asumirnos como Pueblos, significa fundamentalmente pararnos en nuestra propia Cultura y ello implica arraigo en la tierra, reasumir como nuestras las propias semillas de variedades y reconocer nuestros patrimonios culturales, entre ellos y principalmente, el patrimonio alimentario.
Gustavo Grobocopatel, es el más grande sojero de la Argentina, hombre muy cercano al Gobierno y que en su representación, organizó recientemente en Venezuela la Expo Barinas de maquinaria agrícola argentina. Hace pocos días, en una discusión pública que tuviéramos como GRR en la ciudad de Carlos Casares, de la que es oriundo y además, su dueño virtual, proclamó ante nosotros con soberbia y desafío que "la Soja es Bolivariana". No sólo no lo creemos, sino todo lo contrario, pensamos que hoy la Soja es el instrumento para provocar el desarrollo de un modelo neocolonial de dependencia a las necesidades de la Bioindustria en los países centrales.
Pensamos que el rol indiscutible de la agricultura es el de producir alimentos sanos, nutritivos y en cantidad suficiente para el consumo interno en primera instancia y en especial entre masas de población hambreada y desnutrida. Pensamos que producir forrajes o biocombustibles para los países ricos, reproduciendo así el modelo neo-colonial, resulta obsceno.
Sin embargo, que una persona como Grobocopatel proclame sus vínculos con la Revolución Bolivariana es motivo suficiente para que nos preocupemos y para que decidamos elevar nuestra voz en defensa de Venezuela y de su pueblo, y de nuestro futuro común hacia la conformación de la Patria Grande indisolublemente ligado a la suerte de la Revolución Bolivariana que encarna el Presidente Chávez.
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