Biotecnología y Etica Científica
Biotecnología y Etica Científica en la Universidad de Puerto Rico
Carmelo Ruiz Marrero
Director, Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico
7 de julio 2006
Carmelo Ruiz Marrero
Director, Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico
7 de julio 2006
Esta semana Radio Universidad transmitió una serie de reportajes sobre biotecnología y nanotecnología en la Universidad de Puerto Rico en los que se entrevistó al doctor Manuel Gómez, director del Centro de Recursos para las Ciencias y la Ingeniería del Recinto de Río Piedras de la UPR. El Dr. Gómez lleva más de 36 años en la academia y "es una de las figuras más influyentes de la investigación científica en la Universidad de Puerto Rico, genera muchos fondos para estudios de la empresa privada y cuenta con prestigio internacional", citando textualmente el reportaje.
Varias de sus declaraciones merecen ser analizadas y comentadas.
El entrevistador Mario Roche Morales le preguntó acerca de las críticas que se han hecho a la industria de la biotecnología y sus productos, a lo que contestó:
“Toda tecnología es como la espada de Dámocles, tiene dos filos. Un filo es el constructivo y el otro es el destructivo en términos de los valores humanos. Esa diferencia no la hace la tecnología, la hacen los usuarios. Yo puedo tener a Átomos par la Paz, que ese fue el proyecto de los reactores nucleares que eso es una forma energética viable que no se ha discutido y al otro extremo podemos tener armas nucleares para destruir. No existe ninguna de estas cosas biotecnológicas que se puedan usar mal”.
“La controversia que surge en todos estos foros es que siempre están los detractores de todo cambio y toda tecnología. Y siempre hay que aceptar que cuando viene una nueva tecnología, como es nueva, uno no sabe los efectos secundarios o dañinos que pueda tener”.
El texto entero de sus declaraciones sobre la biotecnología está aquí: http://www.radiouniversidad.org/articulo.php?id=2398
Tales expresiones viniendo de un académico distinguido e influyente son realmente desafortunadas. Son verdaderamente sorprendentes en vista del número creciente de científicos destacados que están advirtiendo que la tecnología de la ingeniería genética se basa en premisas erróneas y obsoletas y que ésta presenta unos peligros inherentes e inaceptables para nuestra sociedad y el ecosistema.
Si el Dr. Gómez no se ha enterado de estas críticas científicas, entonces debería ilustrarse un poco más sobre el tema. Al despachar a los críticos como "detractores de todo cambio y toda tecnología", muestra no sólo su desconocimiento y falta de lectura- algo lamentable teniendo en cuenta su posición e influencia en la Universidad- sino también una arrogancia paternalista y una falta de respeto a la disidencia.
A quien crea que los críticos y detractores de la biotecnología son unos ignorantes sin credenciales le recomiendo que empiece leyendo la documentación del Independent Science Panel (http://www.indsp.org/). Este grupo, compuesto por una veintena de destacados científicos de siete países, que abarcan las disciplinas de agroecología, agronomía, biomatemática, botánica, química médica, ecología, histopatología, ecología microbiana, genética molecular, bioquímica nutricional, fisiología, toxicología y virología, sostiene que "Los peligros más graves de la ingeniería genética son inherentes al proceso mismo".
Puede leer además las críticas y advertencias de la toxicóloga de la EPA Suzanne Wuerthele; Richard Lewontin, profesor de genética de Harvard; los profesores Brian Goodwin, Jacqueline McGlade, Peter Saunders, Richard Lacey, Norman Ellstrand, Peter Wills, Gordon McVie y varios otros colegas, disponibles en esta página: http://www.gmwatch.org/archive2.asp?arcid=6281
También me atrevo a cometer el inmodesto acto de recomendar mi libro "Balada Transgénica", disponible en librerías por todo Puerto Rico, en el que elaboro extensamente sobre estos temas.
Y si no tiene tiempo para leer el libro o dinero para comprarlo, puede leer estos escritos puestos en internet, donde resumo los planteamientos del libro y del Proyecto de Bioseguridad:
Guisantes australianos y papas asesinas http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=21124
Respuesta a los reportajes de Dialogo sobre biotecnología http://www.rebelion.org/noticia.php?id=29068
Biotech Crops and Foods: The Risks and Alternatives http://www.oaklandinstitute.org/?q=node/view/336
No pretendo que el Dr. Gómez concuerde con las posturas de los científicos a los que hago referencia. El tiene todo el derecho a tener su posición. Pero encuentro inaceptable y alarmante el que las voces disidentes dentro de la comunidad científica sean ninguneadas e ignoradas en el debate sobre la biotecnología. El ignorar o suprimir puntos de vista divergentes es evidencia de pobreza académica.
(Por otra parte, debo dedicar un paréntesis al tema de los supuestos átomos para la paz. No deja de asombrarme que a estas alturas todavía haya académicos que crean que la energía nuclear es una opción energética realista y sensata. Hasta el día de hoy no se ha podido encontrar una manera segura y confiable de aislar los desperdicios altamente radiactivos que produce el funcionamiento de un reactor nuclear. Quien crea que no hay contaminación radiactiva peligrosa en la minería de uranio, en la operación de un reactor nuclear o en la disposición de desperdicios nucleares ha sido desinformado; no ha sido educado, ha sido propagandizado. Los desperdicios radiactivos, que se siguen acumulando con cada día que hay reactores nucleares funcionando, constituyen un Chernobyl mundial en cámara lenta, un verdadero crimen contra la humanidad y un insulto a las generaciones futuras a quienes le estamos legando este problema para que nos lo resuelvan ellos. Al igual que ocurre con la biotecnología, hay científicos independientes en varios países que nos han advertido hasta el cansancio sobre esta tragedia, como Vladimir Chernousenko y John Gofman, y son sistemáticamente ignorados por los medios y por una academia supuestamente objetiva.)
También es altamente cuestionable el decir que las tecnologías no son buenas ni malas, que lo único que importa es quiénes son los usuarios y para qué las usan. Tal argumentación, que de primera intención parece razonable, en realidad no esclarece para nada el rol de la ciencia y la tecnología en la sociedad ni el lugar del científico en relación con la estructura de poder.
Según este argumento, el quehacer científico y el desarrollo tecnológico son objetivos y neutrales y persiguen fines universalmente positivos. Si es así, entonces no deben ser cuestionados nunca. Ergo, toda crítica a la ciencia y tecnología es inoportuna e indebida. El argumento de la neutralidad le permite al trabajador de las ciencias desentenderse de toda responsabilidad por los impactos negativos que tenga su labor. Si su trabajo de investigación y/o desarrollo resulta en graves descalabros sociales o ecológicos, eso es responsabilidad y culpa de otro. Tal razonamiento es oportunista, interesado y ajeno a toda ética y espíritu humanista.
Hace unos sesenta años los grotescos experimentos llevados a cabo por médicos nazis y el desarrollo de la bomba atómica destruyeron para siempre la presunción de neutralidad de la ciencia y tecnología. En Puerto Rico tenemos los experimentos realizados con mujeres para probar anticonceptivos, las pruebas hechas en el bosque de El Yunque con radiación, napalm y agente naranja, y ni hablar de las fechorías del doctor Cornelius Rhoads. Todas estas actividades fueron realizadas por profesionales abnegados que usaron su devoción al avance de la ciencia como excusa para sus actos. Nadie en el mundo tiene derecho a autoengañarse de esa manera.
Todo progresista y humanista sabe muy bien que nada en este mundo es neutral, ni siquiera la ciencia y la tecnología. Ambas son procesos altamente políticos y nunca se realizan en aislamiento de intereses económicos y estructuras de poder. El decidir cuáles avenidas de investigación son meritorias y cúales no lo son; el decidir cuáles estudios son financiados y cuáles no, son actos altamente políticos- máxime cuando los fondos públicos para la ciencia son cada vez más limitados. El ignorar esta realidad es ser un Polyanna. El Dr. Gómez y otros académicos de igual parecer aparentemente están preocupados de que sectores que según ellos están mal informados, como los ambientalistas y la sociedad civil, se entrometan en la labor científica, politizándola, entorpeciéndola y estorbándola.
Pero lo cierto es que la comunidad científica ya está reglamentada e intervenida, por el Pentágono, por los grandes capitales, por grandes fundaciones con agendas políticas y por los gobiernos de países poderosos. El quedar callado acerca de la influencia que ejercen sobre la ciencia estos grandes intereses económicos y geopolíticos y a la vez asumir una actitud defensiva cuando sectores no privilegiados de la sociedad exigen ser escuchados y considerados es simplemente el uso de una doble vara.
La encrucijada social y ecológica que enfrentamos como sociedad y como mundo requiere que el científico, informado por los conceptos de desarrollo sustentable y principio precautorio, cuestione e indague quién dirige el desarrollo de la ciencia, quién la financia, respondiendo a qué intereses y con cuales propósitos. De la misma manera que todo progresista y humanista debe cuestionar quiénes son los dueños del capital y de los medios de producción, el científico tiene la obligación moral de cuestionar quién controla la ciencia. Sin embargo, me temo que si el pensamiento del Dr. Gómez es el que prevalece entre quienes dirigen la Universidad y entre los que definen la política de la "economía del conocimiento" del gobierno, debo deducir que tales cuestionamientos críticos tendrán una recepción indiferente y hasta hostil.
¡Y por favor, no me vengan con el viejo y trillado argumento de que tales planteamientos constituyen oposición a la modernidad, la ciencia y la tecnología! Para alimentar el mundo, combatir la pobreza y proteger el ambiente existe toda una gama de tecnologías y técnicas, como las energías renovables, la permacultura, la agroecología y muchas más, que muestran gran promesa y realizarían su pleno potencial si sólo tuvieran el apoyo y financiamiento necesarios. Estas áreas de investigación requieren de gran rigor metodológico y extensa experimentación, por lo que no se puede decir que los ecologistas estemos opuestos al cambio y la tecnología. Pero tales opciones tecnológicas van en contra de los grandes intereses que son los que precisamente controlan y financian gran parte de la investigación científica. Por lo tanto, el adelantarlas requiere de una estrategia política de izquierda y de corte antiimperialista. Algunos científicos y académicos seguramente se escandalizarán ante la idea de llevarle la contraria a la mano que les alimenta, pero recuerden que Galileo, Copérnico, Darwin, Einstein y otros titanes de la ciencia no tuvieron miedo de confrontar y contrariar las autoridades de su tiempo.
(Por otra parte, debo dedicar un paréntesis al tema de los supuestos átomos para la paz. No deja de asombrarme que a estas alturas todavía haya académicos que crean que la energía nuclear es una opción energética realista y sensata. Hasta el día de hoy no se ha podido encontrar una manera segura y confiable de aislar los desperdicios altamente radiactivos que produce el funcionamiento de un reactor nuclear. Quien crea que no hay contaminación radiactiva peligrosa en la minería de uranio, en la operación de un reactor nuclear o en la disposición de desperdicios nucleares ha sido desinformado; no ha sido educado, ha sido propagandizado. Los desperdicios radiactivos, que se siguen acumulando con cada día que hay reactores nucleares funcionando, constituyen un Chernobyl mundial en cámara lenta, un verdadero crimen contra la humanidad y un insulto a las generaciones futuras a quienes le estamos legando este problema para que nos lo resuelvan ellos. Al igual que ocurre con la biotecnología, hay científicos independientes en varios países que nos han advertido hasta el cansancio sobre esta tragedia, como Vladimir Chernousenko y John Gofman, y son sistemáticamente ignorados por los medios y por una academia supuestamente objetiva.)
También es altamente cuestionable el decir que las tecnologías no son buenas ni malas, que lo único que importa es quiénes son los usuarios y para qué las usan. Tal argumentación, que de primera intención parece razonable, en realidad no esclarece para nada el rol de la ciencia y la tecnología en la sociedad ni el lugar del científico en relación con la estructura de poder.
Según este argumento, el quehacer científico y el desarrollo tecnológico son objetivos y neutrales y persiguen fines universalmente positivos. Si es así, entonces no deben ser cuestionados nunca. Ergo, toda crítica a la ciencia y tecnología es inoportuna e indebida. El argumento de la neutralidad le permite al trabajador de las ciencias desentenderse de toda responsabilidad por los impactos negativos que tenga su labor. Si su trabajo de investigación y/o desarrollo resulta en graves descalabros sociales o ecológicos, eso es responsabilidad y culpa de otro. Tal razonamiento es oportunista, interesado y ajeno a toda ética y espíritu humanista.
Hace unos sesenta años los grotescos experimentos llevados a cabo por médicos nazis y el desarrollo de la bomba atómica destruyeron para siempre la presunción de neutralidad de la ciencia y tecnología. En Puerto Rico tenemos los experimentos realizados con mujeres para probar anticonceptivos, las pruebas hechas en el bosque de El Yunque con radiación, napalm y agente naranja, y ni hablar de las fechorías del doctor Cornelius Rhoads. Todas estas actividades fueron realizadas por profesionales abnegados que usaron su devoción al avance de la ciencia como excusa para sus actos. Nadie en el mundo tiene derecho a autoengañarse de esa manera.
Todo progresista y humanista sabe muy bien que nada en este mundo es neutral, ni siquiera la ciencia y la tecnología. Ambas son procesos altamente políticos y nunca se realizan en aislamiento de intereses económicos y estructuras de poder. El decidir cuáles avenidas de investigación son meritorias y cúales no lo son; el decidir cuáles estudios son financiados y cuáles no, son actos altamente políticos- máxime cuando los fondos públicos para la ciencia son cada vez más limitados. El ignorar esta realidad es ser un Polyanna. El Dr. Gómez y otros académicos de igual parecer aparentemente están preocupados de que sectores que según ellos están mal informados, como los ambientalistas y la sociedad civil, se entrometan en la labor científica, politizándola, entorpeciéndola y estorbándola.
Pero lo cierto es que la comunidad científica ya está reglamentada e intervenida, por el Pentágono, por los grandes capitales, por grandes fundaciones con agendas políticas y por los gobiernos de países poderosos. El quedar callado acerca de la influencia que ejercen sobre la ciencia estos grandes intereses económicos y geopolíticos y a la vez asumir una actitud defensiva cuando sectores no privilegiados de la sociedad exigen ser escuchados y considerados es simplemente el uso de una doble vara.
La encrucijada social y ecológica que enfrentamos como sociedad y como mundo requiere que el científico, informado por los conceptos de desarrollo sustentable y principio precautorio, cuestione e indague quién dirige el desarrollo de la ciencia, quién la financia, respondiendo a qué intereses y con cuales propósitos. De la misma manera que todo progresista y humanista debe cuestionar quiénes son los dueños del capital y de los medios de producción, el científico tiene la obligación moral de cuestionar quién controla la ciencia. Sin embargo, me temo que si el pensamiento del Dr. Gómez es el que prevalece entre quienes dirigen la Universidad y entre los que definen la política de la "economía del conocimiento" del gobierno, debo deducir que tales cuestionamientos críticos tendrán una recepción indiferente y hasta hostil.
¡Y por favor, no me vengan con el viejo y trillado argumento de que tales planteamientos constituyen oposición a la modernidad, la ciencia y la tecnología! Para alimentar el mundo, combatir la pobreza y proteger el ambiente existe toda una gama de tecnologías y técnicas, como las energías renovables, la permacultura, la agroecología y muchas más, que muestran gran promesa y realizarían su pleno potencial si sólo tuvieran el apoyo y financiamiento necesarios. Estas áreas de investigación requieren de gran rigor metodológico y extensa experimentación, por lo que no se puede decir que los ecologistas estemos opuestos al cambio y la tecnología. Pero tales opciones tecnológicas van en contra de los grandes intereses que son los que precisamente controlan y financian gran parte de la investigación científica. Por lo tanto, el adelantarlas requiere de una estrategia política de izquierda y de corte antiimperialista. Algunos científicos y académicos seguramente se escandalizarán ante la idea de llevarle la contraria a la mano que les alimenta, pero recuerden que Galileo, Copérnico, Darwin, Einstein y otros titanes de la ciencia no tuvieron miedo de confrontar y contrariar las autoridades de su tiempo.
PROYECTO DE BIOSEGURIDAD DE PUERTO RICO
Edificio Darlington, apartamento #703
San Juan, Puerto Rico 00925
carmelo_ruiz@yahoo.com
http://www.bioseguridad.blogspot.com/ http://groups.yahoo.com/group/proyectodebioseguridad/
El Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico fue formado para educar a la ciudadanía acerca de las implicaciones éticas, ecológicas, políticas, económicas y de salud pública de los cultivos y productos genéticamente alterados, y acerca de las alternativas que existen. En el 2006 estaremos ofreciendo charlas y talleres por todo Puerto Rico, y presentando el libro "Balada Transgénica: Biotecnología, Globalización y el Choque de Paradigmas" de Carmelo Ruiz Marrero.
Etiquetas: Carmelo
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