domingo, septiembre 26, 2010

Transgénicos con resistencia a sequías ¿una solución para los pobres?


RALLT

Usando como pretexto el cambio climático, las empresas biotecnológicas han empezado a trabajar con cultivos resistentes a sequías. Estas variedades en principio están destinadas al África, continente sumamente afectado por las transformaciones ambientales a las que ha sido objeto.

La adopción de estas nuevas variedades transgénicas significará el ingreso de millones de campesinos -que han guardado tradicionalmente sus semillas, y que han producido usando métodos tradicionales de producción agrícola, y semillas adaptadas a las fluctuaciones climáticas- al mercado de semillas y de insumos agrícolas, controlado por un puñado de empresas transnacionales.

Pero en realidad es posible que este no sea el principal objetivo, pues se estaría usando el territorio africano como campo de experimentación para una vez que se haya logrado afinar la técnica, esta se expanda de manera masiva a todas aquellas áreas donde ahora no es posible la agricultura industrial, porque están limitadas por la disponibilidad de agua que demanda este tipo de producción. Al mismo tiempo estas nuevas variedades podrían acelerar el proceso de acaparamiento de tierras (land grab ) que se ha acelerado en los últimos años, pues desde el punto de vista de sus promotores, permitiría “desarrollar” agroindustrias en áreas donde antes no era posible por sus limitaciones climáticas.

La promoción de estos nuevos cultivos se los hace, como ocurrió en los primeros años de la revolución verde, a través del filantropismo. Y así como antes la punta de lanza de la primera revolución verde fue la Fundación Rockefeller, ahora es la Fundación Gates.

Por supuesto que estas nuevas variedades vienen acompañadas por un paquete tecnológico que incluye el uso de plaguicidas, pesticidas y fertilizantes.

Ahora, desde el punto de vista extrictamente técnico hay que señalar que la tolerancia a la sequía es un fenómeno increíblemente complejo, en el que están involucrados al menos 60 genes implicados, todos interactuando de una manera sutil y compleja. Mirar el problema del cambio climático como una cuestión de pegar genes es tremenedamente reduccionista, e ignora que entender el problema del estrés climático en las plantas requiere una mejor comprensión de los procesos fisiológicos, bioquímicos y culturales.

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