Transgénicos, ¿la herencia de Prometeo?
Cuentan que Prometeo desató la cólera de los dioses por robarles el fuego para hacer brotar la humanidad; ¿lirismo clásico o parábola de las incomprensiones sobre las herramientas del progreso?
Recientemente publiqué en el diario cubano Juventud Rebelde una información que rápidamente cumplió su cometido: lanzaba al debate público la inserción en Cuba del maíz transgénico en la provincia de Sancti Spíritus.
De inmediato los lectores evidenciaron esa savia de información y conocimientos que refresca la cotidianidad en la Isla, gracias a la primavera cultural de cinco décadas en Revolución. Especialistas y menos duchos en la materia vertieron sus criterios, cual pedradas en tejado de vidrio.
Condicionamientos científicos, éticos, sociales y políticos acompañaron la reacción pública contra una tecnología, conocida en Cuba, en primer lugar, por la estela de muerte y desamparo, provocada en el mundo capitalista, como anatema del neoliberalismo y las grandes transnacionales, al estilo Monsanto.
La brújula del oficio reporteril me indicaba entonces un nuevo objetivo en el ciclo de la información, el cual a veces impide la comunión con la almohada, a quienes sentimos el periodismo como sacerdocio, más allá de blasfemias en las rutinas productivas o herejías a la hora de esbozar la realidad.
Como la más elemental lección en cualquier academia mi tarea debía orientarse a profundizar sobre la nueva tecnología, insertada en varias provincias además de Sancti Spíritus. La ciencia cubana tenía la palabra. ¿Quién mejor para evacuar las dudas de un pueblo?
Algún aliciente debía encontrar tanta polémica, al escuchar las opiniones de los expertos que han salvado vidas a lo largo de todo el mundo y cuya ética queda probada en los innumerables legados de la medicina, la genética y la biotecnología de esta nación tercermundista, pero revolucionaria.
Sin embargo, allí donde más ha avanzado la ciencia encontré actitudes paleolíticas: se me negó información al comunicarme con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de la provincia de Sancti Spíritus, una de las entidades más prestigiosas de su clase en el país y protagonista en la inserción del maíz transgénico. “La orientación viene de arriba”; me comentó el director de la institución, Julio Alfonso Rubí.
Paradójicamente la orientación venía del Doctor Carlos G. Borroto, Jefe del Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria en Cuba, radicado en La Habana, y quien paradójicamente en este mismo sitio Rebelión expuso: “me gustaría poder analizar este tema en los múltiples espacios de debate científico, técnico y social que tenemos en Cuba para ello”.
La frase citada aparece en la respuesta de este funcionario a uno de los lectores cubanos preocupados por la inserción del maíz trangénico, a quien también le reiteraba que creía “muy conveniente el debate, siempre que este sea respetuoso y basado en elementos científico- técnicos y no extrapolando situaciones foráneas, que son radicalmente diferentes a la forma que hacemos uso de esta tecnología en Cuba.”
¡Qué ironía! Después de persuadir a Borroto para que contribuyera a disipar cualquier inquietud sobre el nuevo cultivo, ante la opinión pública nacional este mantuvo su mutismo y echó por tierra todo el ejercicio retórico publicado en Rebelión, donde sí exponía justo lo que solicitábamos saber.
¿Argumentos? “Este tema lleva otro tratamiento en los medios cubanos” ¿Científico o comunicador? “Nuestro público no está preparado para recepcionar este asunto” ¿Cuándo lo estará, a la hora de comerse la mazorca, sin conocer qué tiene realmente en el plato? “El tópico no debe abordarse desde una sola provincia cubana”. De acuerdo, ¿cómo podemos estructurar esa investigación para compilar datos en otros territorios? “Lo siento, no puedo dar información”.
El directivo evidenció un profundo desconocimiento sobre la política informativa trazada por la dirección del país. ¿A caso puede considerarse secreto de Estado un acontecimiento que puede repercutir en la vida de millones cubanos? Por suerte, la Revolución cada vez más cierra filas a actitudes con tales valores museables, por resultar incompatibles con la transparencia que defiende nuestro proyecto social. Europa del Este demostró la incompatibilidad del socialismo con los jefes de vidrieras.
No respondo en estos momentos a la postura de ningún órgano de prensa. Desde mi misión social de periodista revolucionario y progresista, exijo compartir abiertamente con la opinión pública nacional todas las bondades que sobre la variante de maíz transgénico cubano expone el Doctor Borroto en su carta a Rebelión. Comparto muchos de sus criterios, los cuales resultarían bien aportativos y alentadores para nuestro pueblo. En naciones como México, uno de los mayores productores del maíz en el mundo, el debate ha sido constante y con la participación de movimientos civiles.
Coincido plenamente en que la posición de Cuba con respecto a la inserción de esta tecnología debe fijarse de inmediato, sin pretender extrapolar experiencias foráneas, pero tampoco desde un buró o una probeta, porque, como ya he expresado, resulta una decisión que debe involucrar a diversos sectores sociales, a partir del diálogo, la polémica, sin pretender establecer una verdad única con respecto a un tema en el que la ciencia no ha dicho la última palabra.
No corresponde menos a una democracia participativa como la nuestra consultar, aprovechar todo el acervo cobijado bajo el Alma Mater de una nación que venera al hombre y su naturaleza. Experimentar, desarrollar estudios de factibilidad profundos y con el concurso de todos.
Realmente no hay tecnología buena o mala per se, mas en nuestras manos está abonar el futuro. Una cuenta errada y unilateral en materia de cultivos transgénicos, equivaldría a una inecuación eterna, como la tortura del águila a Prometeo, desafiante símbolo de los censores del progreso.
Otros textos publicados sobre este tema:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106604&titular=%BFtiene-la-ciencia-la-%FAltima-palabra?-
Etiquetas: Cuba
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