Ricarda Steinbrecher y Pat Mooney
Con el último producto estrella de su tecnología, Monsanto desmiente su pretensión de acabar con el hambre en el mundo. Muy al contrario, esta tecnología amenaza con socavar las bases más profundas de la agricultura tradicional, esto es, la práctica de guardar semillas de una año para otro. Mas aún, este «cóctel genético» aumentará el riesgo de que nuevas toxinas y alérgenos se introduzcan en la cadena alimentaria.
En 1860, cinco años antes de que Abbé Gregor Mendel publicara su oscuro volumen sobre la genética de los guisantes, iniciando lo que se llamaría la mejora de plantas «moderna», un tal Major Hallett, F.L.S., de Brighton, estuvo advirtiendo a los agricultores y a los vendedores de semillas de que cualquier abuso en la utilización de sus semillas seleccionadas para cereales «sería tratado con severidad1». Pero sus semillas no podían patentarse y había poco que él pudiera hacer para evitar que los agricultores compraran sus variedades de trigo, las cultivaran, seleccionaran las mejores semillas para la siguiente temporada y desarrollaran sus propias variedades, especialmente adaptadas a los suelos, orografía y climatología locales.
No fue hasta 1908 que George Shull dio con lo que Major Hallett realmente quería, un arma biológica para evitar que los agricultores guardaran y desarrollaran sus propias semillas. Se llamó «hibridación», un maravilloso eufemismo que hizo pensar a los agricultores que cruzando dos plantas lejanamente emparentadas, podría crearse un «vigor híbrido» capaz de mejorar las cosechas, hasta el punto de hacer que la esterilidad de la semilla resultante -lo que significa que no puede ser replantada- fuera rentable económicamente2. Hoy en día, prácticamente cada espiga de maíz cultivada desde California a Kazajastán, es un híbrido controlado por una de las pocas multinacionales de semillas que dominan el mercado.
Exactamente 90 años después de la revelación de Shull, Monsanto, una de las mayores y más poderosas de esas compañías, está luchando por el control de la tecnología más importante en el monopolio de las semillas desde la aparición de los híbridos. Pero a diferencia de lo que ocurrió en 1860, esta forma de control de la vida puede ser patentada. El 3 de marzo, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y una poco conocida empresa de semillas de algodón, llamada Delta and Pine Land Company, adquirieron la patente estadounidense 5.723.765 o Sistema de Protección Tecnológica (TPS). A los pocos días, el resto del mundo conoció la TPS como Tecnología Terminator. Su objetivo declarado es introducir plantas que producirán semillas que se autodestruirán, esto es, semillas suicidas. La Tecnología Terminator expresa la idea central de la ingeniería genética en cultivos alimentarios y arroja luz sobre los grandes intereses que hay detrás de la campaña corporativa para el control y posesión de la vida.
La tecnología Terminator llega para acabar con el sufrimiento de las multinacionales que han sido incapaces de apartar a los agricultores de una tradición de 12.000 años de antiguedad guardando y mejorando semillas. Los agricultores compran la semilla una vez y después hacen su trabajo. El despacho de detectives Patents and Pinkerton ha sido contratado para impedir que los agricultores actúen de esta forma. Terminator sin embargo, proporciona una «patente» biológica incorporada mediante la manipulación de los genes. Las pequeñas comunidades agrícolas, especialmente las del Tercer Mundo, dependen de su propia reproducción de plantas, ya que ni las compañías ni los organismos oficiales muestran mucho interés o capacidad para desarrollar semillas o plantas adaptadas a las dificultades de su entorno. Los híbridos y la tecnología Terminator con sus semillas muertas, obligan a los agricultores a comprar semillas nuevas cada temporada. Terminator también impide la conservación de la biodiversidad agrícola que llevan a cabo estas comunidades. No hay nada que conservar. Es la «bomba de neutrones» de la agricultura.
Semillas híbridas
Después del redescubrimiento de las Leyes de Mendel, en 1900, los productores de semillas con mentalidad monetaria, siguieron estrategias que obligarían a los agricultores a comprar nuevas semillas cada temporada, gastando un dinero que costó mucho ganar. Aunque el concepto de hibridación se desarrolló con George Shull en 1908, el primer maíz híbrido no fue comercializado hasta 1924 por Henry A. Wallace. Dos años más tarde, Wallace creó Pioneer Hi-Bred, la mayor compañía de semillas del mundo, y todavía controlada en gran medida por la misma familia. Wallace llegó a convertirse en Secretario de Agricultura de los Estados Unidos y finalmente (1941) en Vicepresidente de los Estados Unidos. Wallace convirtió su defensa apasionada de los híbridos en un indiscutible aunque no muy científico, «Auto de Fe», para argumentar que el «vigor híbrido» había convertido al maíz en el cultivo estrella que es hoy.
En oposición a esto, más recientemente, reputados científicos económicos y críticos como Jean-Pierre Berlan del INRA francés (Instituto Nacional de Investigación Agrícola), Richard C. Lewontin de Harvard, y Jack R. Kloppenburg de la Universidad de Wisconsin, han cuestionado esta idea, insistiendo en que si los programas convencionales de mejora del maíz hubieran tenido la misma inversión en investigación, habrían producido siempre mejores resultados que los híbridos. De acuerdo con estos críticos, la única ventaja de los híbridos reside en su rentabilidad para las compañías.
Cómo funcionan los híbridos
Las semillas híbridas son la primera generación (conocidos como F1) descendiente de dos líneas parentales distintas, dentro de la misma especie. Las semillas incorporan y expresan la característica genética deseada de cada ascendiente, únicamente en la siguiente generación. Las semillas extraídas de una F1 híbrida pueden o bien ser estériles o, más comúnmente, no expresar las características genéticas deseadas que se encontraban en la F1. Los agricultores en los sistemas agrícolas industrializados, rara vez intentan replantar un híbrido, debido a que las cosechadoras y máquinas de procesado de alimentos exigen que la producción sea muy uniforme. Por otro lado, los agricultores pobres de países como Brasil, van a utilizar un F2 (segunda generación) de semillas híbridas, como una fuente de material de mejora para mezclar con sus variedades tradicionales. De esta manera, los hábiles mejoradores locales, en su mayoría mujeres, ya estén en Brasil, Burundi o Bangladesh, aíslan características genéticas útiles y las adaptan a su mercado local. Los cultivos híbridos más comunes son: maíz, algodón, girasol y sorgo.
Hasta hace poco, los cereales de grano pequeño como el arroz, trigo, cebada, avena, centeno y leguminosas como la soja, no respondían a esta hibridación comercial. Esto ya está cambiando. Las iniciativas públicas de mejora de semillas, dirigidas por gobiernos como el chino, e instituciones como la Fundación Rockefeller y la Universidad de Cornell, han desarrollado híbridos comerciales de arroz. Las multinacionales de semillas siguen avanzando. Más recientemente gigantes como Monsanto y Novartis se han desecho en elogios sobre las posibilidades del trigo híbrido de primera generación. Siendo el trigo el cultivo más extendido del planeta, conseguir el monopolio de su híbrido sería un chollo para las compañías de semillas3.
Tecnología Terminator: Un arma biológica contra los agricultores y la seguridad alimentaria
Terminator no sólo asegura que los agricultores no puedan volver a plantar con éxito semillas de su cosecha, sino que además es la plataforma que utilizan las compañías para poder vender las características genéticas de su propiedad -genes patentados de tolerancia a los herbicidas o de resistencia a los insectos- y para tener a los agricultores enganchados a sus semillas y a la utilización de productos químicos. La tecnología Terminator es una garantía de que, incluso, los innovadores agricultores brasileños tendrán que comprar el acceso a esas características cada año.
El mercado objetivo de la Tecnología Terminator es explícitamente el de los agricultores del Sur. Así se refleja en los comunicados de la compañía presentando la patente, en los que Delta and Pine anuncia a bombo y platillo que su Sistema de Protección Tecnológica hará que para las empresas sea seguro económicamente vender sus variedades de alta tecnología en África, Asia y Latinoamérica. La compañía ha calculado incluso que 4 ó 5 millones de hectáreas serán plantadas con semillas Terminator en pocos años. Esta es una superficie de tierra casi igual al Sur de Asia. Aunque la Tecnología Terminator solamente se ha probado en algodón y tabaco, sus diseñadores están convencidos de que puede aplicarse a cualquier especie. Delta and Pine ha sugerido específicamente que los cultivadores de arroz y trigo de países como India, China y Pakistán son un mercado prioritario. Según la compañía, el valor de la Tecnología Terminator podría llegar hasta 4 dólares por hectárea en un mercado de élite como el de las plantas de jardín. La patente podría valer mil millones de dólares4.
-«La práctica secular de guardar semilla de una cosecha para otra es una gran desventaja para los agricultores del Tercer Mundo que inadvertidamente quedan atrapados en el uso de variedades obsoletas, al tomar el «camino fácil» y no plantar variedades nuevas más productivas»-. Dr. Harry B. Collins, Delta and Pine Land Co., Vicepresidente for Technology Transfer (12 de junio de 1998)5.
Cómo funciona la Tecnología Terminator
La Tecnología Terminator es la principal aplicación de una patente genérica, para el «control de la expresión de los genes de las plantas». El Terminator es básicamente un mecanismo suicida genéticamente diseñado que se puede activar por un estímulo exterior específico. Como resultado las semillas de la siguiente generación se autodestruyen por autoenvenenamiento. El agente desencadenante más utilizado es el antibiótico tetraciclina aplicado a las semillas. La versión principal del Terminator consiste en un conjunto de 3 genes nuevos insertados dentro de una planta; otra versión reparte estos 2 ó 3 genes entre dos plantas que se cruzarían por polinización. El resultado final siempre es que la siguiente generación produce una semilla muerta.
La Tecnología Terminator es el Caballo de Troya para extender los cultivos de ingeniería genética en el Sur. A falta de reglamentaciones «efectivas» sobre patentes, las empresas pueden comercializar sus productos y forzar la constante recuperación de sus inversiones. A falta de una legislación adecuada en bioseguridad, puede persuadirse a los países de aceptar Terminator en la presunción de que esta tecnología es segura y de que las características transgénicas no pueden sobrevivir en una segunda generación, ni siquiera con polinización cruzada. Esta presunción carece de fundamento. Como ocurre siempre en ingeniería genética, los efectos directos e indirectos del Terminator son impredecibles y conllevan todos los riesgos inherentes de esta tecnología. El cóctel de genes de Terminator aumenta los riesgos de que nuevas toxinas y alérgenos aparezcan en nuestra comida y en el pienso para animales. Todavía más alarmante es la posibilidad de que los propios genes del Terminator contaminen la base genética agrícola de los cultivos vecinos y de la maleza y especies silvestres emparentados, poniendo en marcha una bomba de relojería. El silenciamiento del gen productor del veneno o un fallo en el mecanismo de activación del mismo posibilita dicha contaminación.
Entre un 15 y un 20% del abastecimiento mundial de alimentos, es producido por los agricultores pobres que guardan las semillas. Estos agricultores alimentan al menos a 1.400 millones de personas. Terminator «protege» a las compañías arriesgando la vida de la población. Ya que esta tecnología no tiene absolutamente ningún beneficio agronómico, no hay razón para arriesgar la seguridad alimentaria de los pobres jugando con la ingeniería genética en el campo. Tanto si sus consecuencias se producen a corto o largo plazo, Terminator es un arma biológica contra los agricultores y la seguridad alimentaria.
Terminator muestra otra cara oscura. Como un Caballo de Troya para otras características genéticas, puede usarse para activar o desactivar cualquier rasgo, al menos en teoría, esta tecnología apunta la posibilidad de un incremento de las enfermedades de los cultivos debido al movimiento de semillas. Estas enfermedades no tienen porqué aparecer inmediatamente, o no aparecer hasta ser activadas por condiciones o químicos específicos. Esta forma de guerra biológica contra la seguridad alimentaria y la economía de la población se está convirtiendo en un tema estrella en ambientes militares6.
Terminator conoce al «Monstruo»
Apenas dos meses después de que el «US Department of Agriculture» (USDA) y Delta and Pine Land anunciaran la concesión de la patente de Terminator, Monsanto compró la empresa. El anuncio del pago de 1.760 millones de dólares apareció el 11 de mayo, en el mismo momento en que se reunían en Bratislava las partes del Convenio de Biodiversidad. Terminator se abrió paso hasta los debates de la conferencia gracias a los comentarios de la prensa a las delegaciones. Por la noche, la delegación de EE.UU. que no había dicho una palabra ni siquiera cuando el USDA fue atacado por su relación con el Terminator, salió en defensa de Monsanto. Teniendo en cuenta que el antiguo personal de la Casa Blanca durante la administración Clinton, está en la nómina del grupo de presión de Monsanto y que Mickey Cantor, el Delegado de Comercio norteamericano en gran parte de la Ronda de Uruguay, está también en la dirección de Monsanto, no sorprende el celo de la delegación norteamericana.
La tecnología de semillas ha recorrido un largo camino desde 1860 y las pasiones de propietario de Major Hallett. Poco meses antes de que Major registrara su semilla seleccionada, la idea central en la exposición de un orador en la feria agrícola de Wisconsin advertía a los agricultores y científicos que desconfiaran de las nuevas tecnologías que alejaban a los agricultores de sus cultivos. Aunque lo que más le preocupaba era el uso del motor de vapor en la agricultura -no estaba en contra, sólo le preocupaba a qué intereses servía- el orador opinaba que la función de la tecnología agrícola era proporcionar una vida decente a los agricultores y alimentar a la población. La administración Clinton haría bien en seguir el consejo de A. Lincoln antes de permitir que Terminator esclavice hoy a los agricultores del mundo7.
En 1860, cinco años antes de que Abbé Gregor Mendel publicara su oscuro volumen sobre la genética de los guisantes, iniciando lo que se llamaría la mejora de plantas «moderna», un tal Major Hallett, F.L.S., de Brighton, estuvo advirtiendo a los agricultores y a los vendedores de semillas de que cualquier abuso en la utilización de sus semillas seleccionadas para cereales «sería tratado con severidad1». Pero sus semillas no podían patentarse y había poco que él pudiera hacer para evitar que los agricultores compraran sus variedades de trigo, las cultivaran, seleccionaran las mejores semillas para la siguiente temporada y desarrollaran sus propias variedades, especialmente adaptadas a los suelos, orografía y climatología locales.
No fue hasta 1908 que George Shull dio con lo que Major Hallett realmente quería, un arma biológica para evitar que los agricultores guardaran y desarrollaran sus propias semillas. Se llamó «hibridación», un maravilloso eufemismo que hizo pensar a los agricultores que cruzando dos plantas lejanamente emparentadas, podría crearse un «vigor híbrido» capaz de mejorar las cosechas, hasta el punto de hacer que la esterilidad de la semilla resultante -lo que significa que no puede ser replantada- fuera rentable económicamente2. Hoy en día, prácticamente cada espiga de maíz cultivada desde California a Kazajastán, es un híbrido controlado por una de las pocas multinacionales de semillas que dominan el mercado.
Exactamente 90 años después de la revelación de Shull, Monsanto, una de las mayores y más poderosas de esas compañías, está luchando por el control de la tecnología más importante en el monopolio de las semillas desde la aparición de los híbridos. Pero a diferencia de lo que ocurrió en 1860, esta forma de control de la vida puede ser patentada. El 3 de marzo, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y una poco conocida empresa de semillas de algodón, llamada Delta and Pine Land Company, adquirieron la patente estadounidense 5.723.765 o Sistema de Protección Tecnológica (TPS). A los pocos días, el resto del mundo conoció la TPS como Tecnología Terminator. Su objetivo declarado es introducir plantas que producirán semillas que se autodestruirán, esto es, semillas suicidas. La Tecnología Terminator expresa la idea central de la ingeniería genética en cultivos alimentarios y arroja luz sobre los grandes intereses que hay detrás de la campaña corporativa para el control y posesión de la vida.
La tecnología Terminator llega para acabar con el sufrimiento de las multinacionales que han sido incapaces de apartar a los agricultores de una tradición de 12.000 años de antiguedad guardando y mejorando semillas. Los agricultores compran la semilla una vez y después hacen su trabajo. El despacho de detectives Patents and Pinkerton ha sido contratado para impedir que los agricultores actúen de esta forma. Terminator sin embargo, proporciona una «patente» biológica incorporada mediante la manipulación de los genes. Las pequeñas comunidades agrícolas, especialmente las del Tercer Mundo, dependen de su propia reproducción de plantas, ya que ni las compañías ni los organismos oficiales muestran mucho interés o capacidad para desarrollar semillas o plantas adaptadas a las dificultades de su entorno. Los híbridos y la tecnología Terminator con sus semillas muertas, obligan a los agricultores a comprar semillas nuevas cada temporada. Terminator también impide la conservación de la biodiversidad agrícola que llevan a cabo estas comunidades. No hay nada que conservar. Es la «bomba de neutrones» de la agricultura.
Semillas híbridas
Después del redescubrimiento de las Leyes de Mendel, en 1900, los productores de semillas con mentalidad monetaria, siguieron estrategias que obligarían a los agricultores a comprar nuevas semillas cada temporada, gastando un dinero que costó mucho ganar. Aunque el concepto de hibridación se desarrolló con George Shull en 1908, el primer maíz híbrido no fue comercializado hasta 1924 por Henry A. Wallace. Dos años más tarde, Wallace creó Pioneer Hi-Bred, la mayor compañía de semillas del mundo, y todavía controlada en gran medida por la misma familia. Wallace llegó a convertirse en Secretario de Agricultura de los Estados Unidos y finalmente (1941) en Vicepresidente de los Estados Unidos. Wallace convirtió su defensa apasionada de los híbridos en un indiscutible aunque no muy científico, «Auto de Fe», para argumentar que el «vigor híbrido» había convertido al maíz en el cultivo estrella que es hoy.
En oposición a esto, más recientemente, reputados científicos económicos y críticos como Jean-Pierre Berlan del INRA francés (Instituto Nacional de Investigación Agrícola), Richard C. Lewontin de Harvard, y Jack R. Kloppenburg de la Universidad de Wisconsin, han cuestionado esta idea, insistiendo en que si los programas convencionales de mejora del maíz hubieran tenido la misma inversión en investigación, habrían producido siempre mejores resultados que los híbridos. De acuerdo con estos críticos, la única ventaja de los híbridos reside en su rentabilidad para las compañías.
Cómo funcionan los híbridos
Las semillas híbridas son la primera generación (conocidos como F1) descendiente de dos líneas parentales distintas, dentro de la misma especie. Las semillas incorporan y expresan la característica genética deseada de cada ascendiente, únicamente en la siguiente generación. Las semillas extraídas de una F1 híbrida pueden o bien ser estériles o, más comúnmente, no expresar las características genéticas deseadas que se encontraban en la F1. Los agricultores en los sistemas agrícolas industrializados, rara vez intentan replantar un híbrido, debido a que las cosechadoras y máquinas de procesado de alimentos exigen que la producción sea muy uniforme. Por otro lado, los agricultores pobres de países como Brasil, van a utilizar un F2 (segunda generación) de semillas híbridas, como una fuente de material de mejora para mezclar con sus variedades tradicionales. De esta manera, los hábiles mejoradores locales, en su mayoría mujeres, ya estén en Brasil, Burundi o Bangladesh, aíslan características genéticas útiles y las adaptan a su mercado local. Los cultivos híbridos más comunes son: maíz, algodón, girasol y sorgo.
Hasta hace poco, los cereales de grano pequeño como el arroz, trigo, cebada, avena, centeno y leguminosas como la soja, no respondían a esta hibridación comercial. Esto ya está cambiando. Las iniciativas públicas de mejora de semillas, dirigidas por gobiernos como el chino, e instituciones como la Fundación Rockefeller y la Universidad de Cornell, han desarrollado híbridos comerciales de arroz. Las multinacionales de semillas siguen avanzando. Más recientemente gigantes como Monsanto y Novartis se han desecho en elogios sobre las posibilidades del trigo híbrido de primera generación. Siendo el trigo el cultivo más extendido del planeta, conseguir el monopolio de su híbrido sería un chollo para las compañías de semillas3.
Tecnología Terminator: Un arma biológica contra los agricultores y la seguridad alimentaria
Terminator no sólo asegura que los agricultores no puedan volver a plantar con éxito semillas de su cosecha, sino que además es la plataforma que utilizan las compañías para poder vender las características genéticas de su propiedad -genes patentados de tolerancia a los herbicidas o de resistencia a los insectos- y para tener a los agricultores enganchados a sus semillas y a la utilización de productos químicos. La tecnología Terminator es una garantía de que, incluso, los innovadores agricultores brasileños tendrán que comprar el acceso a esas características cada año.
El mercado objetivo de la Tecnología Terminator es explícitamente el de los agricultores del Sur. Así se refleja en los comunicados de la compañía presentando la patente, en los que Delta and Pine anuncia a bombo y platillo que su Sistema de Protección Tecnológica hará que para las empresas sea seguro económicamente vender sus variedades de alta tecnología en África, Asia y Latinoamérica. La compañía ha calculado incluso que 4 ó 5 millones de hectáreas serán plantadas con semillas Terminator en pocos años. Esta es una superficie de tierra casi igual al Sur de Asia. Aunque la Tecnología Terminator solamente se ha probado en algodón y tabaco, sus diseñadores están convencidos de que puede aplicarse a cualquier especie. Delta and Pine ha sugerido específicamente que los cultivadores de arroz y trigo de países como India, China y Pakistán son un mercado prioritario. Según la compañía, el valor de la Tecnología Terminator podría llegar hasta 4 dólares por hectárea en un mercado de élite como el de las plantas de jardín. La patente podría valer mil millones de dólares4.
-«La práctica secular de guardar semilla de una cosecha para otra es una gran desventaja para los agricultores del Tercer Mundo que inadvertidamente quedan atrapados en el uso de variedades obsoletas, al tomar el «camino fácil» y no plantar variedades nuevas más productivas»-. Dr. Harry B. Collins, Delta and Pine Land Co., Vicepresidente for Technology Transfer (12 de junio de 1998)5.
Cómo funciona la Tecnología Terminator
La Tecnología Terminator es la principal aplicación de una patente genérica, para el «control de la expresión de los genes de las plantas». El Terminator es básicamente un mecanismo suicida genéticamente diseñado que se puede activar por un estímulo exterior específico. Como resultado las semillas de la siguiente generación se autodestruyen por autoenvenenamiento. El agente desencadenante más utilizado es el antibiótico tetraciclina aplicado a las semillas. La versión principal del Terminator consiste en un conjunto de 3 genes nuevos insertados dentro de una planta; otra versión reparte estos 2 ó 3 genes entre dos plantas que se cruzarían por polinización. El resultado final siempre es que la siguiente generación produce una semilla muerta.
La Tecnología Terminator es el Caballo de Troya para extender los cultivos de ingeniería genética en el Sur. A falta de reglamentaciones «efectivas» sobre patentes, las empresas pueden comercializar sus productos y forzar la constante recuperación de sus inversiones. A falta de una legislación adecuada en bioseguridad, puede persuadirse a los países de aceptar Terminator en la presunción de que esta tecnología es segura y de que las características transgénicas no pueden sobrevivir en una segunda generación, ni siquiera con polinización cruzada. Esta presunción carece de fundamento. Como ocurre siempre en ingeniería genética, los efectos directos e indirectos del Terminator son impredecibles y conllevan todos los riesgos inherentes de esta tecnología. El cóctel de genes de Terminator aumenta los riesgos de que nuevas toxinas y alérgenos aparezcan en nuestra comida y en el pienso para animales. Todavía más alarmante es la posibilidad de que los propios genes del Terminator contaminen la base genética agrícola de los cultivos vecinos y de la maleza y especies silvestres emparentados, poniendo en marcha una bomba de relojería. El silenciamiento del gen productor del veneno o un fallo en el mecanismo de activación del mismo posibilita dicha contaminación.
Entre un 15 y un 20% del abastecimiento mundial de alimentos, es producido por los agricultores pobres que guardan las semillas. Estos agricultores alimentan al menos a 1.400 millones de personas. Terminator «protege» a las compañías arriesgando la vida de la población. Ya que esta tecnología no tiene absolutamente ningún beneficio agronómico, no hay razón para arriesgar la seguridad alimentaria de los pobres jugando con la ingeniería genética en el campo. Tanto si sus consecuencias se producen a corto o largo plazo, Terminator es un arma biológica contra los agricultores y la seguridad alimentaria.
Terminator muestra otra cara oscura. Como un Caballo de Troya para otras características genéticas, puede usarse para activar o desactivar cualquier rasgo, al menos en teoría, esta tecnología apunta la posibilidad de un incremento de las enfermedades de los cultivos debido al movimiento de semillas. Estas enfermedades no tienen porqué aparecer inmediatamente, o no aparecer hasta ser activadas por condiciones o químicos específicos. Esta forma de guerra biológica contra la seguridad alimentaria y la economía de la población se está convirtiendo en un tema estrella en ambientes militares6.
Terminator conoce al «Monstruo»
Apenas dos meses después de que el «US Department of Agriculture» (USDA) y Delta and Pine Land anunciaran la concesión de la patente de Terminator, Monsanto compró la empresa. El anuncio del pago de 1.760 millones de dólares apareció el 11 de mayo, en el mismo momento en que se reunían en Bratislava las partes del Convenio de Biodiversidad. Terminator se abrió paso hasta los debates de la conferencia gracias a los comentarios de la prensa a las delegaciones. Por la noche, la delegación de EE.UU. que no había dicho una palabra ni siquiera cuando el USDA fue atacado por su relación con el Terminator, salió en defensa de Monsanto. Teniendo en cuenta que el antiguo personal de la Casa Blanca durante la administración Clinton, está en la nómina del grupo de presión de Monsanto y que Mickey Cantor, el Delegado de Comercio norteamericano en gran parte de la Ronda de Uruguay, está también en la dirección de Monsanto, no sorprende el celo de la delegación norteamericana.
La tecnología de semillas ha recorrido un largo camino desde 1860 y las pasiones de propietario de Major Hallett. Poco meses antes de que Major registrara su semilla seleccionada, la idea central en la exposición de un orador en la feria agrícola de Wisconsin advertía a los agricultores y científicos que desconfiaran de las nuevas tecnologías que alejaban a los agricultores de sus cultivos. Aunque lo que más le preocupaba era el uso del motor de vapor en la agricultura -no estaba en contra, sólo le preocupaba a qué intereses servía- el orador opinaba que la función de la tecnología agrícola era proporcionar una vida decente a los agricultores y alimentar a la población. La administración Clinton haría bien en seguir el consejo de A. Lincoln antes de permitir que Terminator esclavice hoy a los agricultores del mundo7.
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