Transgénicos, ni cien años bastan
David Lorente Pérez
Quizás se acaba de prohibir por 5 años el cultivo de transgénicos, Asturias se ha declarado 'zona libre de transgénicos', mientras que el País Vasco está pensándoselo. ¿Son unos alarmistas, o simplemente están adoptando el principio de precaución antes de poner en riesgo a sus ciudadanos y a su medio ambiente?
En la Unión de Agricultores y Ganaderos de La Rioja UAGR vemos correctas estas actitudes respecto a los transgénicos, un avance tecnológico innecesario para los agricultores y los consumidores.
En cambio, hay quien piensa que «diez años sin crisis» bastan para «comenzar a ser flexibles en la valoración de los OGM». Pero basta recordar lo sucedido con el DDT para refutar esta tesis: usado masivamente durante décadas porque no se habían demostrado efectos en el ser humano, durante los años 60 y 70 se confirmó que este producto no se degrada sino que se acumula en los tejidos grasos con un efecto bioacumulativo. Es decir, que aunque no causa daños por toxicidad inmediata, su persistencia es muy preocupante. Pero para entonces varias generaciones de agricultores y de consumidores habíamos convivido con él. En estos diez años varios estudios han demostrado los peligros de soltar transgénicos en los campos. En Australia, por ejemplo, acaban de cancelar el desarrollo de legumbres modificadas con un gen de alubia resistente al gorgojo, ya que dañaban a los ratones que con el se alimentaban.
También hubo contaminación de transgénicos en cultivos no modificados. En el 2001 se descubrieron en Navarra dos campos de maíz ecológico contaminados de genes transgénicos por polinización cruzada, lo que conllevó su descalificación. En el 2003 una finca de maíz convencional aragonesa, situada a 200 metros de otra transgénica, sufrió también los efectos de la polinización cruzada. Un año después resultó contaminada otra finca en la que su propietario llevaba 17 años intentando recuperar una variedad casi desaparecida de maíz rojo. Y la finca transgénica estaba a 700 metros de distancia. En las semillas ocurre lo mismo. En 2001 se descubrió contaminación por material transgénico en una partida de soja utilizada como pienso en una finca ecológica de crianza de pollos navarra. Esta semilla era ilegal en España, ya que el cultivo de soja transgénica no está autorizado. En cuanto a los piensos, desde el 2001 se han detectado cinco casos de contaminación en Vizcaya y uno en Cataluña.
Por si esto fuera poco nos encontramos con noticias que descubren la verdadera cara de las multinacionales que nos quieren imponer los transgénicos: «Syngenta introdujo en Europa mil toneladas de un maíz transgénico prohibido» (El Correo, 2-4-2005). Además, entre los agricultores franceses hay fundadas sospechas de que ciertas multinacionales están introduciendo un insecto en el maíz, la chrysomela, para presionar con los transgénicos a la UE.
Con estos antecedentes, los agricultores no necesitamos esta tecnología, pues no observamos sus supuestas ventajas, agronómicas, medioambientales, nutricionales, para la salud e incluso para resolver el hambre en el mundo. Diez años después de los primeros cultivos transgénicos estos no han mostrado ventajas frente a las variedades convencionales ni han cumplido ninguna de sus promesas. Por el contrario, cada vez son mayores los temores acerca de los riesgos que entrañan.
En la UAGR no estamos en contra del avance tecnológico, de la investigación, ni de la búsqueda de beneficios por parte de cualquier empresa. Pero sí nos oponemos a que prevalezcan los intereses económicos de cuatro multi- nacionales por encima del principio de precaución y del derecho de los agricultores y países a elegir libremente su alimentación.
La Rioja, Internet, 20-1-06
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