martes, abril 20, 2010

Transgénicos, ¿Cómo está Europa y cómo estamos nosotros? Campaña contra la presidencia española de la UE


El Comisario de Sanidad y Protección al Consumidor de la Unión Europea, John Dalli, inauguró su cargo el 2 de marzo de 2010, autorizando 3 importaciones de maíces transgénicos de Monsanto y la siembra comercial de la patata transgénica "Amflora" de la multinacional BASF.

Esta patata, que contiene dos genes de resistencia a antibióticos, se usará para producir amilopectina, un almidón empleado para fabricar papel. A pesar de que huele mal, sabe mal y aumenta el riesgo de inhabilitar antibióticos humanos, también se empleará en la alimentación animal. Aunque sus defensores afirman que no habrá contaminación porque las patatas no tienen polen ni variedades silvestres, estos tubérculos rebrotan espontáneamente y se mezclan con la siguiente cosecha. Según BASF, este almidón reducirá el consumo de agua, aditivos y energía en la producción de papel y supondrá 30 millones de euros en contratos para los productores de patata europeos.

John Dalli defiende esta patata porque la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) sostiene que "es poco probable que los 2 marcadores de resistencia a antibióticos tengan efectos sobre la salud humana y el medio ambiente”. Sin embargo, la normativa europea sobre transgénicos exige desde 2001, eliminar dichos marcadores si constituyen un riesgo para la salud. La Agencia Europea del Medicamento, el Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades y la Organización Mundial de la Salud, han advertido del riesgo de inutilizar los antibióticos de uso humano y animal. Dos científicos del panel de expertos en riesgos biológicos de la AESA han mostrado su desacuerdo aunque no les han permitido expresarse públicamente. Sus discrepancias han sido ocultadas tras un dictamen conjunto de los Paneles de Transgénicos y de Riesgos Biológicos.

La patata transgénica no produce mucho más almidón que una patata cualquiera. BASF podría haber eliminado los marcadores de resistencia a antibióticos porque hay otras alternativas. No lo ha hecho por ahorrar costes y porque nadie le ha obligado. Francia, Italia y otros países miembros de la UE rechazan esta decisión. Para callar a los Gobiernos discrepantes (no es el caso del estado español), la Comisión prepara para el verano una normativa que legalice las Zonas Libres de Transgénicos (ZLT), ahora alegales en Europa.

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Nunca se debió romper la unidad antitransgénica mantenida frente a los gobiernos del PP para negociar una ley de coexistencia entre cultivos transgénicos y no transgénicos con el gobierno del PSOE en 2005 [6] y acabar suplicando en 2009 al Defensor del Pueblo, que nos defienda de los transgénicos. Aunque en mayo de 2007, con la primera promoción para la firma del documento “Democracia, precaución y medio ambiente” [7] los partidarios de negociar la coexistencia en 2005 anunciaban conjuntamente que era imposible, esta declaración se limitaba a hacer un pronunciamiento sin exigir medidas al gobierno. Quienes quisimos sumarnos a esta declaración reclamando dicha exigencia, no sólo no lo conseguimos, sino que fuimos borrados de las firmas por discrepar de una declaración tan unitaria como inútil [8]. La izquierda "plural" hegemonizada por el PSOE, se mueve sólo por los intereses electorales contra el PP, pervirtiendo cualquier finalidad social o ecológica. Por el bien de todos, ha llegado la hora de reconocer los errores. Aún hoy los promotores de dicha estrategia mantienen un patético doble lenguaje del que se deriva “transgénicos no, pero sí” [9]. Ha llegado el momento de mirar hacia delante. La unidad es necesaria, pero sobre bases integras y transparentes, acompañadas de un compromiso real en parar realmente y no sólo de palabra, la producción, el consumo y la importación de productos transgénicos. La unidad antitransgénica, es incompatible con la ausencia de una autocrítica respecto a las políticas imprudentes, erróneas y sectarias que rompieron el movimiento, crearon conflictos entre nosotros y fortalecieron a las multinacionales biotecnológicas.

Por segundo año, la COAG nos llama a movilizarnos en Madrid, el 17 de abril, Día de las Luchas Campesinas, bajo el lema NO A LOS TRANSGÉNICOS y nos facilita transporte gratis. ¿Cuándo empezará la COAG a pedir a sus agricultores que dejen de sembrar maíz transgénico y a prestarse para cultivos experimentales? ¿Pedirá la COAG a sus agricultores que no siembren la patata BASF para defender la salud de las personas y del medio ambiente? ¿Cuándo empezaran las burocracias agrarias a cuestionar la cantidad de plaguicidas que se emplean en los mal llamados cultivos convencionales? ¿Quién protegerá a los agricultores ecológicos de la contaminación transgénica? ¿Por qué, si los sindicatos agrarios mayoritarios en Cataluña están contra los transgénicos, el cultivo de maíz transgénico ha crecido un 11% en el último año?

La COAG ya sabemos lo que es. El verdadero problema somos nosotros, los que nos llamamos consumidores responsables y productores agroecológicos. ¿Qué clase de movimiento de productores y consumidores agroecológicos es el que se coloca bajo la tutela de grandes organizaciones, burocratizadas, sostenidas con fondos del estado y de Europa y comprometidas de hecho con una agricultura y una alimentación industrializada, mercantilizada y globalizada?

Acudamos a la manifestación de Madrid proclamando alto y claro:

BASTA YA DE DOBLE LENGUAJE.

PORQUE NO QUEREMOS TRANSGÉNICOS:

COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS NO, NO Y NO.

NI PRODUCIDOS, NI IMPORTADOS NI CONSUMIDOS.

PROHIBICIÓN TOTAL.

Pilar Galindo, La Garbancita Ecológica

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