jueves, marzo 20, 2008

La nueva amenaza de los OGM encubiertos

GRAIN

Las líneas de combate de las luchas de poder sobre las semillas se están moviendo en Europa. Las autoridades abandonan los planes de impulsar los organismos genéticamente modificados (transgénicos u OGM) de “primera generación”, impulsados por Estados Unidos, para que las empresas europeas puedan desarrollar en cambio “transgénicos nuevos y encubiertos” y semillas con “doble bloqueo”. En 2008, el régimen de Sarkozy utilizará la presidencia francesa de la Unión Europea para impulsar su propio programa corporativo sobre estas cuestiones. Se hace más importante que nunca que los agricultores defiendan sus derechos colectivos sobre las semillas, como lo demuestra Guy Kastler*, de la Red Campesina de Semillas, de Francia.

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Para las compañías de semillas, el gran beneficio de tener una patente sobre un gen es que le permite rastrear su propiedad intelectual a través de la cadena alimentaria hasta llegar a los campos de los agricultores, donde pueden insistir en el pago de regalías. No obstante, el punto débil es que este gen rastreable también termina en los platos de los consumidores europeos que no quieren comérselo. De esta forma, los transgénicos se tornan comercialmente contraproducentes en Europa en el momento mismo en que son etiquetados en los productos alimenticios vendidos a los consumidores. Pero todavía pueden ser utilizados en las raciones para animales (en la medida que no se le aclare al consumidor los productos animales que fueron utilizados) y en cultivos industriales (por ejemplo, cultivos utilizados para producir almidón o agrocombustibles), en la medida que no tengan el riesgo de contaminar cultivos no transgénicos. Es por eso que Europa intenta conciliar las diferencias con la Organización Mundial de Comercio (OMC) aceptando la importación de raciones transgénicas para animales y cultivos transgénicos de uso industrial que no contaminen a través del polen (plantas que dependen de la propagación vegetativa —como las papas—, o plantas manipuladas genéticamente para conferirles esterilidad) y procurando el desarrollo de una nueva generación de cultivos ogm con “sistema de bloqueo doble”; todo ello mientras autoriza a sus Estados miembros a prohibir la introducción de cultivos transgénicos de primera generación en sus territorios, si así lo desean.

La próxima reforma de la efsa brindaría la necesaria justificación científica para esta nueva división entre OGM aceptables e inaceptables. Pero también podría significar, gracias a Alemania, que en el futuro los gobiernos europeos ya no tengan la libertad que tienen ahora de adoptar posiciones políticas basadas en una mayoría calificada que no está necesariamente de acuerdo con los expertos científicos. En efecto, las empresas europeas han aprendido por experiencia que los gobiernos son menos dóciles que los científicos. Además, al utilizar para su provecho los pesados procedimientos de evaluación de modo que únicamente las grandes empresas puedan mantenerse en la carrera, se garantiza el acceso exclusivo a todo el mercado europeo, sin posibilidad alguna de que los Estados miembros de la Unión entorpezcan su camino. Las empresas, libres de toda restricción política, obtendrán de esta forma el control total sobre la definición de los obstáculos no arancelarios (las preocupaciones de tipo ambiental y de seguridad) mediante las cuales pueden eliminar la competencia.

Las empresas no han cedido en sus esfuerzos por confiscar las semillas. Más allá de la nueva generación de OGM con “sistema de bloqueo doble”, ya han desarrollado formas de superar las barreras que ellas mismas crearon. En efecto, hace tiempo se dieron cuenta que los Derechos de los Obtentores Vegetales sumados a las nuevas biotecnologías patentadas podrían ser más efectivos para fortalecer su control sobre el mercado que una mera patente sobre un ogm. Desde las primeras directrices europeas sobre transgénicos (1990 y 2001), nuevas biotecnologías que no implican transgénesis —como la mutagénesis y la multiplicación y fusión celular— son clasificadas como “métodos tradicionales de fitomejoramiento” y sus productos no son clasificados como transgénicos. Por lo tanto están exentas de cualquier evaluación obligatoria, de la autorización específica para su comercialización o cultivo, y de su etiquetado. En cuanto a la nanotecnología, por el momento no tiene un marco jurídico, lo que hace posible que los productos derivados de la nanotecnología se comercialicen en total secreto. Los consumidores que desean evitar esos ogm encubiertos ya los están comprando sin saberlo simplemente porque esos productos manipulados no caen dentro de la definición estricta de organismo genéticamente modificado.

Mientras Europa rechaza los ogm, su industria de semillas los lleva a otro lugar
Tal vez la opinión pública europea y sus autoridades resistan los cultivos transgénicos, pero las empresas semilleras europeas son una historia totalmente diferente. De las primeras seis empresas de semillas del mundo, cuatro son europeas. Syngenta, con sede en Suiza, y Bayer CropScience, con sede en Alemania, ambas grandes empresas agroquímicas, han incursionado en cultivos transgénicos hace casi tanto tiempo como Monsanto y DuPont —las empresas agroquímicas con sede en Estados Unidos que dominan los mercados de semillas transgénicas. Esas empresas europeas son las principales competidoras (y aliadas) de Estados Unidos en los países que cultivan transgénicos a gran escala (Argentina, Brasil, Canadá y Estados Unidos) y, juntas, encabezan el grupo de presión mundial que busca la apertura de los mercados a los cultivos y productos GM.

Vilmorin, de Francia, y KWS, de Alemania, las otras empresas de semillas europeas entre las primeras seis, mantienen un perfil más bajo en el escenario de transgénicos, pero también venden semillas transgénicas en los principales mercados a través de su empresa conjunta AG Reliant. La diferencia es que esas dos firmas todavía no comercializan los rasgos transgénicos de su propiedad, y en cambio prefieren obtener la licencia de los transgenes patentados de las compañías agroquímicas más grandes para incorporarlos a sus líneas. Sin embargo, ambas empresas tienen estrategias a largo plazo para asegurar un lugar más firme dentro del mercado de ogm, que, por ahora, se centra en crear una base de producción mundial y una próxima generación de ogm y “seudo transgénicos” para conquistar nuevos mercados de semillas ogm y, por último, entrar a la Unión Europea con sus “artefactos” transgénicos. La vacilación de Europa en la aprobación de los ogm en realidad les brinda a esas empresas la oportunidad de ponerse al día con las gigantes agroquímicas que controlan la primera generación de cultivos transgénicos —y esto es precisamente lo que intentan hacer.

Vilmorin, que está controlada por el Grupo Limagrain, hizo grandes inversiones en diversos programas europeos de biotecnología en la década de los noventa y principios del siglo xxi, tales como Biogemma y Génoplante. Pero, frustrada por lo que considera un contexto inhóspito para los cultivos transgénicos, está trasladando cada vez más su investigación en ogm a otros lugares fuera de Europa, donde los costos son menores y hay menos reglamentaciones.[7] La mayoría de sus ensayos de campo para variedades ogm de cereales se realiza en América del Norte, mientras que en Israel desarrolla variedades de frutas y legumbres ogm a través de su subsidiaria, Hazera Genetics, con el apoyo del Ministro de Industria de Israel. Rami Dar, Director Ejecutivo de Hazera, dice que si bien “los OGM no entrarán a la industria de legumbres de aquí a largo tiempo”, “es tan solo una cuestión de tiempo” que aparezcan frutas y legumbres transgénicos.[8]

Es por eso que gran parte de la planificación a largo plazo de Vilmorin está en Asia, donde la compañía considera que hay más potencial comercial y de investigación para los cultivos OGM. Según Daniel Chéron, director general de Vilmorin, “Europa pierde terreno y nos estamos volviendo dependientes de los estadounidenses. En China y en India están tratando de impedir que eso ocurra”.

La primera gran maniobra de Vilmorin en Asia fue en 2006, cuando, junto con la empresa francesa de alimentación Danone, firmó un acuerdo con la empresa biotecnológica india Avesthagen, que dio a Vilmorin 4.3 por ciento de las acciones de la compañía y estableció dos compañías en India para realizar adquisiciones. Poco después, la empresa conjunta Avesthagen compró dos compañías de semillas indias: Swagasth, que se dedica a cereales, y Ceekay, una compañía de semillas de legumbres. Y luego, en noviembre de 2007, las compañías anunciaron que estaban en las etapas finales de las negociaciones para comprar una de las principales compañías privadas de semillas de la India, por una cifra entre 4 y 5 millones de dólares. El Director Ejecutivo de Avesthagen, Villoo Morawala Patell, intentó minimizar el interés de la empresa en los cultivos ogm. “No les llamo cultivos modificados genéticamente; se trata de cultivos ‘ajustados al ambiente’ ”, expresó.[10] Durante ese tiempo, Vilmorin fue igualmente activa en China. En junio de 2007 firmó un acuerdo para tener un 46.5 por ciento de acciones en Yuan Longping High-tech Agriculture, una importante compañía china de arroz híbrido y semillas de legumbres. A eso le siguió otro acuerdo de KeyGene, la empresa conjunta holandesa de Vilmorin, con los Institutos de Ciencias Biológicas de Shanghai, para instalar un laboratorio conjunto para fitomejoramiento a nivel molecular. Después ocurrieron varios acuerdos con otras compañías europeas de semillas en China, entre ellas dos empresas, propiedad de Bayer, de semillas de arroz híbrido y la compra que hizo Syngenta de una participación accionaria de 49 por ciento en Sanbei, que se dice es la 12ª mayor compañía de semillas de China. También se firmó el acuerdo de una investigación de cinco años junto con el Institute of Genetics and developmental Biology, en Pekín.[11] Otra importante empresa de semillas y plaguicidas, BASF, no escatimó palabras en explicar el fundamento de su acuerdo 2008 con el Instituto Nacional de Ciencias Biológicas de China: “Asia surge como un actor clave en la biotecnología de cultivos, tanto en la investigación como en el cultivo, y estamos esforzándonos por intensificar sociedades en esta dinámica región. Europa, por el contrario, pierde competitividad debido a decisiones políticas lentas y contradictorias”, declaró Hans Kast, Presidente de BASF Plant Science. GRAIN

http://www.biodiversidadla.org/portada_principal/documentos/

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